Mc 13,24-32/ Dn 12,1-3/ Hb 10,11-14
El final de los tiempos arroja una gran luz sobre el presente
1- Género apocalíptico. Quedan dos domingos para la terminación del año litúrgico, y las lecturas nos van a
plantear la cuestión del final de la
historia.
- Para hablar del final de la historia, el
pensamiento judío utiliza un género llamado apocalíptico. También en nuestra literatura existen diversos
estilos literarios: la novela es diferente del teatro, el editorial de un
periódico es diferente de una crónica deportiva, la poesía, el ensayo,
etc.
- Cuando el judío se da cuenta de que algo importante
ha ocurrido o va a ocurrir, recurre a la apocalíptica: es un mundo de símbolos: la trompeta, las nubes,
un mundo de colores: el blanco, el rojo; de animales: la bestia, la
serpiente; a veces, utilizan personajes simbólicos: los ángeles, el
emperador, el anticristo; también juegan con los números, que tienen mucho
significado para el mundo judío: el
3 es Dios, el 4 es la tierra, el 7 es la perfección, el 6 es el mal, la
imperfección.
- Así, Mateo, que es judío, describe la muerte de
Jesús en un escenario apocalíptico:”el
velo del Templo se rasgó”, “el cielo se oscureció”, “los sepulcros se
abrieron”, etc. S. Pablo,
para describir el futuro, echa mano también de la apocalíptica: “el Hijo del hombre vendrá sobre las
nubes”, “a la voz de la trompeta”, etc.
- Estas cosas ni ocurrieron ni van a ocurrir. Son un
modo simbólico-literario para
describir ciertas cosas importantes, que se nos escapan. No son cuestiones
históricas. Son modos de describir acontecimientos.
2- Tres temas mezclados. El texto del
evangelio de hoy no es fácil para una correcta comprensión, ya que se
entremezclan los temas de tal manera que no es fácil deslindarlos. En concreto,
hay tres temas en estos discursos escatológicos de los
evangelios.
·
1- La destrucción de Jerusalén y del Templo.
·
2- El final de los tiempos.
·
3- El comportamiento de los cristianos.
3- La destrucción de Jerusalén y del Templo
viene referida en el pasaje anterior (Mc 13,14-22), lo cual indica que Mc
escribe su evangelio después que ocurrieron estos hechos (año 68).
· Marcos da una interpretación del significado de
esta destrucción. Frente a la interpretación de los judíos de que el Templo es
el lugar de la presencia de Dios, el evangelista pone en boca de Jesús la
creencia de que se puede prescindir del Templo. Frente a la concepción de los
judíos de que su destrucción es la señal del final de los tiempos, Marcos
anuncia que ese no es el fin, sino el comienzo de una nueva era en que se
anunciará la BN a todo el mundo. Se les anuncia a los discípulos que por causa
de su fidelidad a su Maestro, serán objeto de muchos padecimientos.
4-
El final
de los tiempos. Para su anuncio, se
emplean imágenes apocalípticas muy primitivas, muy del gusto de la época: “el sol se oscurecerá y la luna no dará su
resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo…” Eso no constituye lo
central del mensaje, sino que es el ropaje literario. Sobre el cómo y cuándo será el final de los tiempos
no se da ninguna respuesta: “ni el Hijo
lo sabe; sólo, el Padre”.
·
El acento no recae en la gran crisis que nos
describen. El fin del mundo, en cuanto fin del mundo, no tiene ningún interés
humano ni teológico. Los astros, las estrellas, los planetas, etc. terminan y
mueren. Por tanto, que la tierra se va a acabar es evidente. Como se han
acabado y se acabarán otros tantos millones de estrellas o planetas.
· El acento recae, más bien, en el final en cuanto
a la realización. ¿Esta historia va a acabar bien? ¿Vamos a terminar nosotros
bien? ¿Qué es lo que nos cabe esperar? ¿En qué van a parar los esfuerzos, las
luchas y las aspiraciones de tantas generaciones?
·
Hablamos de dos conceptos del tiempo. Uno es el
del eterno retorno: en la vida, todo
se repite: las estaciones del año, los ritmos vitales, las etapas de la vida,
las órbitas de los astros. El tiempo como un círculo: siempre girando y girando
en una rotación continua y sin salida. Es lo que la mayoría estamos viviendo: se trata de girar y girar, de repetir lo
bien que me pasé el fin de semana, las vacaciones del año pasado. Es la
concepción del capitalismo: usted compre, ahorre, viaje y muérase que no hay
salida. Así, mate el tiempo lo mejor posible. Como no hay futuro, comamos y bebamos
que mañana moriremos.
·
La otra concepción del tiempo es la que
considera que venimos de un pasado y nos dirigimos hacia un futuro. Es el modo
de entender el tiempo la Biblia. Ésta mira
y espera un futuro mejor que el actual. Para el hombre bíblico vivir es
esperar: vivimos en tanto en cuanto esperamos. Mc 13,28: “De la higuera aprended… Cuando ya sus ramas se ponen tiernas
y echan las hojas, sabéis que el verano (tiempo
de la cosecha) está cerca”. Esta concepción bíblica rompe la barrera del
futuro por medio de la esperanza.
5- La
conducta del cristiano. Vivimos de “cara
al final”. El tiempo se acaba: hay que
vivir la vida en tensión hacia ese final, porque lo pasajero sólo tiene sentido
de cara a lo definitivo.
· El inicio del final se describe con otra imagen:
el juicio: “Y entonces verán llegar al Hijo del hombre entre nubes, con gran poder
y gloria” (26). Y este tema nos llena de temor, porque ante Dios, todos nos
sentimos muy pobres. Pero el juicio no hay por qué entenderlo al estilo humano.
Quiere decir, que al final de todo prevalecerá la palabra de Dios, la del Hijo
Jesucristo. Quiere decir que al final prevalecerá la verdad del evangelio. No hay, pues, motivo para alarmarnos y
sacar conclusiones catastrofistas de un juicio severísimo. También el juicio
pertenece al género apocalíptico. Quedémonos, pues, con que Dios no se
comportará como nosotros los hombres, tan propensos a enjuiciar a los demás.
· En este contexto, al final, la gran verdad que
va a prevalecer es ésta: lo perdurable será la compasión puesta en práctica, la amistad vivida y sembrada en
los corazones de nuestros semejantes, el perdón concedido generosamente y, tal
vez, con desgarros. Todo eso nos acompañará a la otra vida. En cambio, lo
inútil y destructible será todo
lo que gira en torno al ego individual, vivido con un desconocimiento total del
hermano necesitado; el medro personal promovido desde la soberbia, la mentira y
el consumismo. Todo ello no traspasará la frontera que nos separa de Dios.
P. Pedro Olalde.