Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas


En 1715 se reunió en Madrid un grupo de 124 vascongados que decidieron fundar una Congregación con fines benéficos bajo la advocación de San Ignacio de Loyola. El Consejo de Castilla aprobó las Constituciones en 1718 y desde entonces la Congregación, y a lo largo de más de 300 años de historia ha continuado con su misión.

La Congregación tiene como sede la Iglesia de San Ignacio de Loyola, de Madrid, donde realiza sus actividades. Este blog es un canal de información dirigido a todos sus miembros y personas interesadas en conocerla más de cerca.


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Domingo de Resurrección


CRISTO RESUCITADO

Jn 20,1-9

-  La muerte de Jesús en la cruz ponía en cuestión la veracidad de su causa. ¿Quién tenía razón, Jesús o sus enemigos? ¿De parte de quién estaba Dios?
-  Al condenarlo a morir en cruz, no solo habían terminado con Jesús, sino, al parecer, con su pretensión de la construcción del reino de Dios. Todo estaba pendiente de qué lado se situaba Dios, del lado de Jesús o de sus contrarios.

1-   Cristo, fuente de esperanza

-  Al poco tiempo de la muerte de Jesús, sus discípulos pregonan enardecidos que Dios ha reivindicado a su hijo Jesús por la resurrección. De esta manera, Dios toma partido a favor de la causa del Crucificado y desautoriza a quienes le han condenado.
-  Esto es lo que anuncian en repetidas ocasiones a los cuatro vientos: Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que éste aparece ante vosotros sano en virtud del nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, y a quien Dios ha reivindicado de entre los muertos (Hch 4,10).
- Y en Hechos 5,30: El Dios de nuestros antepasados ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero.
- Lo que la resurrección de Jesús pone ante nuestra vista es que Dios aprueba la vida de entrega de Jesús hacia los pobres y abandonados. El Padre se pronuncia a favor de Jesús en su búsqueda incansable de las ovejas descarriadas de Israel y aparta sus ojos de la indiferencia de los pastores de Israel hacia el pueblo sencillo e ignorante.
- Por eso, Dios no solo le ha dado la razón, sino que le ha devuelto la vida, que tan injustamente le han arrebatado las autoridades judías. Jesús ha sido víctima del poder, que no pasa más allá de quitarle la vida mortal. En la vida definitiva, Dios le hace justicia con la resurrección.
- Cristo se nos presenta a todos los humanos como modelo de esperanza, sobre todo, para quienes han sido víctimas inocentes en esta vida. Los millones de personas sometidas a las injusticias de los poderosos, ¿en quién pueden apoyarse para seguir confiados? En el mismo que hizo justicia a su Hijo Crucificado, al Padre Dios.
- Sí, Cristo muerto y resucitado es fuente de esperanza para nosotros. En Él descubrimos a un Dios fuente de vida para toda la creación. Mientras caminamos por esta tierra nos encontramos con el mal y la injusticia. En el Resucitado vemos una luz que apunta hacia la Vida que nos espera. Esta debe ser la esperanza, que podemos vivir y anunciar a los desorientados y faltos de creencias sólidas.

2-   Imitar a Cristo resucitado

- La viva creencia en la resurrección de Jesús les impulsa a los discípulos a vivir como resucitados, a imitación de su maestro. Llama la atención la fuerza con que S. Pablo exhorta y vive esta experiencia, que le lleva a identificarse con Cristo: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gál 2,20). Es por eso que Pablo exhorta a los corintios a que aprendan a vivir del Espíritu del Resucitado, de acuerdo con esta cita: Adán, el primer hombre fue creado como un ser con vida. El nuevo Adán, en cambio, es espíritu que da vida (1Cor 15,45).
- En este sentido, es urgente vigorizar la fe de nuestras comunidades cristianas, contagiándolas de la vivencia del Cristo Resucitado. Sin este espíritu se apoderarán de los creyentes el temor y la medianía. La esperanza viva estará ausente.
- Haremos bien en ver a Cristo Resucitado en medio de nuestros afanes, ilusiones y contrariedades, para recibir el impulso de una esperanza recia que nos oriente en la ascensión hacia la plenitud.

3-   Afianzados en Dios

- Poco a poco, los discípulos, con la firme convicción de que Dios había resucitado a su Hijo, ven a Dios como fuente de vida.
- Conciben a Dios como a un Padre lleno de vida. Ya no hay motivo para temer la muerte. Todos ellos serán testigos y darán su vida por la causa iniciada por Jesús. Confían plenamente en el Padre, que les reivindicará como lo hizo con Jesús.
- Desde esta perspectiva, la enseñanza de su maestro adquiere nueva fuerza en su corazón: No temáis a los que matan el cuerpo… Bienaventurados los pobres… La última palabra la tiene Dios, no el emperador ni los sumos sacerdotes. De este modo, se afianza su convicción de que deben ser los defensores de los últimos, aun a riesgo de sus vidas.

4-   Vivir como resucitados

- La fe en la resurrección nos introduce en una dinámica de muerte al pecado, que nos deshumaniza, y en la búsqueda de la vida nueva que nos ofrece Cristo.
- Vivir como resucitados quiere decir vivir en amor y en esperanza, renovando nuestras actitudes más profundas en una oración asidua, que revitalice nuestro amor más sincero, que llenará de vida nuestro corazón.
- De esta manera, iremos creciendo en valores, que nos acercarán a Jesús y nos fortaleceremos en la lucha de cada día.

5-   Sembrando esperanza

- Somos seguidores de Jesús, que apoyados en Él, creemos con firmeza que el Padre quiere comunicar vida a la humanidad y a la creación entera.
- No permanecemos impasibles ante la tragedia del mal que se apodera de gran parte de la humanidad por la desidia y el egoísmo de muchos. Protestamos contra la situación actual de sufrimiento de innumerables colectivos marginados que viven hundidos en la depresión y que no conocen el bienestar. Mientras lamentamos y luchamos a favor de la dignidad de los que sufren, confiamos que todos encontraremos la plenitud en Dios.

P. Pedro Olalde.

Viernes Santo


Juan 18,1-19,42

1-   Locura de la cruz

- Hoy, en un mundo terriblemente sensible al dolor, parece una locura encontrarnos con la imagen de un Cristo crucificado, presentado para nuestra identificación con Él.
- Si del libre albedrío humano dependiera, hacía tiempo que habríamos suprimido de un plumazo todas las cruces, para así dulcificar nuestra religión cristiana.
- Nada extraño que los evangelios presenten a Jesús en la cruz siendo el escarnio de los transeúntes del Gólgota, que mofándose de él, le dicen: Si eres Hijo de Dios, bájate de la cruz.
- Pero Jesús, que se ha sometido a la ley de la encarnación, permanecerá silencioso, precisamente por ser Hijo de Dios.
- El paso de Jesús por la cruz fue para sus discípulos un duro escollo, que lo superaron con la fuerza del Espíritu. Entendieron más tarde que su maestro se sujetó en todo a su condición humana, y que llevado por la fuerza del amor hacia los últimos de este mundo, fue consecuente con su decisión hasta sufrir una sangrienta muerte.

2-   Por qué muere Jesús

A la muerte de mi madre, en enero de 1953, después del funeral, un hombre se acerca a mi padre y le da el pésame, diciendo: Era nuestra deuda. Quería decir que la muerte era el castigo de Dios por el pecado cometido por Adán y Eva y contraído por nosotros en el nacimiento.
- En 10 largos siglos se ha explicado la muerte de Jesús como expiación dada al Padre por su Hijo para obtener el perdón del pecado original. Se decía que este pecado era una ofensa tan grande contra Dios, que solo una persona divina, el Hijo, podía con su muerte dar la debida reparación al Padre.
- En esta concepción, que viene de Anselmo de Canterbury, el que queda peor parado es el mismo Dios, a quien se le considera un déspota por exigir la muerte de su Hijo para la reparación de la ofensa. Además, en este esquema, se viene a decir que la muerte es consecuencia de este pecado.
- Esta forma de concebir el pecado de nuestros primeros padres ha hecho mucho daño al cristianismo en el mundo moderno. Hoy, esta doctrina está superada. El Padre del cielo no es ningún sádico que envía al Hijo al mundo para que muera en la cruz y satisfaga el delito cometido por Adán. Al contrario, el Padre ama al mundo y envía a su Hijo para su salvación, y no para reparar su honor.
- Entonces, ya que decimos que Jesús nos salva, ¿cómo lo hace? Jesús nos salva con su vida entregada de amor. Él nos traza el camino de la plenitud, que supone la aceptación del sufrimiento derivado de una vida de seguimiento de Jesús, asumiendo sus mismos valores de amor, justicia y solidaridad.
- Así pues, Jesús murió en la cruz, porque de tal manera se comprometió a favor de los últimos que las autoridades civiles y religiosas lo eliminaron, porque su modo de entender y de vivir a Dios era peligroso para sus intereses. No se lo perdonaron, ya que se identificaba demasiado con las víctimas civiles y los excluidos del templo. Este Dios crucificado pone en cuestión cualquier práctica religiosa que no tenga en cuenta a los desplazados de este mundo. Desde la cruz con su lenguaje silencioso arroja una dura denuncia contra el “orden” de este mundo. Así, la tarea de todo buen cristiano será desclavar a los innumerables crucificados de hoy. ¿Basta, acaso, besar la cruz? A quienes hay que besar y desclavar  es a los que están cosidos al cruel madero.

3-   Rasgos del Dios crucificado

- Quien acepte la reflexión anterior no puede seguir imaginando a Dios como un ser milagrero que gobierna el mundo a fuerza de prodigios.
- Jesús, el hijo de Dios, crucificado nos muestra cómo es Dios. Aquí, Dios aparece, no como un ser todopoderoso, ajeno al sufrimiento del hombre, sino un Dios humilde e impotente, que comparte con el hombre su dolor, su miseria y hasta su muerte.
 Jesús de Nazaret nos revela a un Dios cuya única fuerza es el amor, y nos pone mirando al sufrimiento de todos los crucificados de este mundo, para que aliviemos su dolor como Él lo hizo en vida.
- Este Dios no tiene nada de sádico. Prefiere ser víctima de sus criaturas antes que su verdugo. Verdaderamente, en este Dios se puede creer.

4-   Seguir a Jesús llevando la cruz

- Nosotros, que huimos del dolor como de la peste, tenemos el peligro de convertirnos en seguidores de Jesús quitando la cruz, lo costoso. De este modo vaciamos el evangelio de contenido.
- Es la tentación que tuvo Pedro al tratar de apartar a Jesús de su camino a Jerusalén. Vade retro, Sátana, le dijo Jesús, lejos de mí, Satanás.
- No se trata de buscar la cruz, porque el dolor es bueno. Se trata de aceptar lo costoso del seguimiento a Jesús, la construcción del reino de Dios, una sociedad de mayor justicia y derechos humanos para todos. El cristiano que se empeñe en algo de esto seriamente, se encontrará con dificultades. Este es el tipo de sufrimiento que se deriva del seguimiento a Jesús
- No son tanto los achaques y dolores corporales, común a todos los humanos, a los que nos referimos aquí, sino a los derivados de una apuesta seria por el evangelio, que sin duda, acarreará más de un quebradero de cabeza.
- Todo sufrimiento sigue siendo malo; pero, por eso mismo su aceptación es una experiencia humana que causa admiración y nos hace participar en las dos actitudes que Jesús vivió en la cruz: la comunión total con el Padre y su amor solidario hacia el ser humano.
- En este tema no es necesario pensar en grandes acciones. Realidades corrientes que tienen que ver con el tema pueden ser, a modo de ejemplo: pagar debidamente a la señora de la limpieza que hemos contratado; de igual modo, pagar justamente al inmigrante que atiende a un mayor, etc.

P. Pedro Olalde.

Jueves Santo


Jn 13,1-15

- Era el atardecer del 14 de Nisán. Jesús y sus discípulos se encuentran reunidos en torno a una mesa. Jesús, que sabe que tiene los días contados, quiere celebrar su despedida. El sol estaba dando los últimos destellos de luz y el día se desvanecía.

1-   Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había venido y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura (13,3-5).

- Me sitúo, Jesús, a la vera de la mesa del cenáculo y abro mis ojos y oídos para que penetre en mí tu sabiduría. Tú sabes que “el Padre te ha entregado todo”, especialmente, a nosotros, los humanos; por eso te afanas tanto y quieres legar  tu testamento para que rebosemos de tu misma vida.
- Conocías también que “de Dios venías”. Sí, veo que tu fe es fuerte, mientras que la mía es débil. Apenas tiene fuerza mi procedencia del Padre, y más de una vez, me siento huérfano.
- Eres consciente, además, de que “a Dios volvías”. Te puedes permitir jugar fuerte en la vida: cuentas con el apoyo de tu Padre. En cambio, mi convicción carece de la solidez de tu fe. Aumenta mi débil fe, Señor.
- “Tomó una toalla”… Echo de ver, mi buen Jesús, que la víspera de tu muerte, continúas amando a los tuyos, postrándote ante ellos y haciéndoles el humilde servicio de lavarles los pies. Aprenda yo de ti a donarme en todo momento y a no ser indiferente de la suerte de mis hermanos, los hombres.

2-   Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? (13,6).

- Pedro no entiende que lo propio tuyo es amar y servir, que el hombre es hombre en tanto en cuanto sirve y da su vida.
- Somos muchos los que nos parecemos a Pedro. Creemos que hemos nacido para cosas mayores, y mientras, se nos escapa la esencia de la vida. Enséñanos, Señor, a entregarla. Muéstranos el valor de lavar los pies a los hermanos.

3-   Jesús le contestó: Lo que estoy haciendo tú no lo puedes comprender ahora; lo comprenderás después (13,7).

- En la mitad de la carrera de su vida, Pedro no comprendía que la verdad del servicio afecta a toda persona.
- Quisiera, Jesús, entender y vivir tu lección para hacer de mi vida un lavatorio de pies. Hay verdades sustanciales que son tan vitales como el comer, para gozar de una buena salud.

4-   Pedro insistió: Jamás permitiré que me laves los pies. Jesús le respondió: Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos (13,8).

- Suavemente, has querido, Jesús, insinuar en el corazón de Pedro  la necesidad del servicio. Ahora le aclaras con rotundidad: tu discípulo no puede contarse entre los tuyos si no se ejercita en lavar los pies a sus hermanos.
- Hay en la vida mil realidades prescindibles, pero ésta de la entrega es imprescindible. Es la marca de tus seguidores. Ningún cristiano puede ignorarla a la hora de vivirla.

5-   Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo a sus discípulos: ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros (13,12-15).

 La escena, Jesús, se cierra con esta lección magistral tuya, que Juan evangelista pone en tus labios.
- Tú, Jesús, no te pierdes en grandes teorías. Vas directamente al grano. El seguidor tuyo que no hace del servicio de lavar los pies a sus hermanos un asunto mayor, es inútil. Es una vid con follaje, pero sin fruto. Es mejor arrancarla para que no ocupe un terreno baldío.
- Los evangelistas Marcos, Mateo y Lucas narran la escena de la eucaristía. Juan solamente trae el relato del lavatorio de los pies. Ambas realidades son importantes y complementarias, pero en el mundo cristiano, a lo largo de los siglos, ha prevalecido la eucaristía. ¿Razones? Una mayor sencillez para su puesta en escena y el hecho de que celebrar la eucaristía es menos comprometido.
- El pasaje del evangelio de  hoy nos recuerda vivamente que lo primero en la vida cristiana es el amor a Dios y al prójimo. El servicio al prójimo debe ocupar un lugar central en el seguimiento a Jesús. Más, cada vez que celebramos la Cena del Señor, debemos de recibir un gran impulso para reforzar nuestra actitud samaritana hacia el prójimo, sin la cual vaciamos de contenido la eficacia del sacramento.

6-   Reflexión final

 Jesús, antes de su muerte, realiza una acción propia de los esclavos o las mujeres. Pasa por alto las costumbres sociales para dar la verdadera importancia a lo que tiene: al amor mostrado en el servicio.
- El auténtico amor hace libres. El maestro Jesús va en contra de todo poder opresor. En la nueva comunidad que Él inaugura, todos deben estar al servicio de todos, imitándole a Él, que a su vez, ha imitado al Padre. La única grandeza del ser humano es ser como el Padre, don total y gratuito para los demás.

P. Pedro Olalde.

Domingo de Ramos


Lc 22,1-23,56

1-    Día 9 del mes de Nisán. Jerusalén desbordaba con los innumerables peregrinos venidos de la diáspora, de Judea y de Galilea.
 Como todos los años, cuando ya la primavera asomaba su cara tímidamente, los hijos de Israel se reunían para celebrar la Pascua dentro de las murallas de la ciudad de David.
 Jesús y su grupo de discípulos han hecho también su peregrinación de 3 días a pie, y contagiados por el fervor religioso de la masa, el Maestro accede a hacer su entrada montado sobre un asno, en un humilde gesto de desear la paz a todos.
 Entonces, enardecidos los discípulos por el contagio de la multitud, y viendo que la ocasión era única, comienzan a aclamar a su guía. Algunos cortan ramos de olivo y los agitan con gran regocijo, al tiempo que exclaman: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
- Aquella entrada humilde de Jesús pudo haberse tomado como sátira y burla de las pomposas entradas triunfales de los emperadores a las ciudades, para festejar sus gestas victoriosas.
 El humilde gesto simbólico de la entrada de Jesús, anunciando un reino de paz y justicia para todos, bien pudo ser entendido como una burla para encender los ánimos de la gente para una sublevación. Por eso, el acto pudo haber sido motivo suficiente para haber decretado la condena de Jesús.

     2- Oración ante Jesús que pende del madero

- Me sumerjo en las profundidades del océano inmenso esperando encontrar la razón que me desvele el misterio de la vida. Me adentro en tu alma, mi Jesús roto y desangrado, que así pagas el regalo que has hecho de tu vida a los humanos, siendo para ellos donación total. Los poderosos de este mundo no tuvieron compasión de ti. Quisieron que los demás escarmentaran al verte desnudo y ultrajado, sufriendo una muerte atroz.
- En este momento me postro reverente ante tu cruz. Has sido, Jesús, el hombre más libre y amoroso. Nunca pensaste las consecuencias que podía acarrearte tu postura de defensa a los pobres, la durísima reacción de las autoridades judías y romanas, que podían elevarte en el cruel madero, exponiéndote a toda clase de vejaciones y sufrimientos propios de los crucificados.
- Desencadenada la maquinaria de la terrible condena a ser muerto asfixiado en una cruz, pacientemente bebiste su amargo trago, hasta que fuiste alzado en lo alto del infame madero.

“Eran las nueve de la mañana cuando le crucificaron” (Mc 15,25).

- Los soldados, ignorantes de quién eras, te desnudaron del todo para degradar tu dignidad, te tumbaron en el suelo, te hicieron extender tus brazos sobre el travesaño horizontal y con crueles clavos te cosieron al madero por las muñecas. Luego, elevando el travesaño a una con tu cuerpo, te fijaron al palo vertical, antes de clavar tus dos pies a la parte inferior.
- No siendo la altura de la cruz superior a dos metros, tus pies quedaron apenas a 30 centímetros del suelo. Así eras presa fácil de tus torturadores en el largo proceso de asfixia, y una vez muerto, eras pasto fácil de los perros salvajes.

“Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la región hasta las 3 de la tarde” (Lc 23,44).

- La tierra, Jesús, se viste de luto, entristecida por tu atroz suplicio decretado por la autoridad inmisericorde.
- Me sumo gustoso en un profundo silencio para contemplar la mayor crueldad nunca antes infligida al más justo de los humanos.

“El sol se oscureció y el velo del templo se rasgó por medio” (Lc 23,45).

- Tu persona, Jesús, marca un antes y un después en el tiempo. El AT queda superado por ti. El velo del templo que cubría la Presencia del misterio de Yahvé, queda rasgado.
- En adelante, tú, Jesús, serás la gran Presencia de Dios. Quien se encuentre contigo, se abrazará con Él. Una nueva era comienza: la era cristiana, la era marcada por ti, Jesús.

“Entonces Jesús lanzó un grito y dijo: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46a).

- Permanezco postrado a tus pies, Jesús, cuando lanzas el gran grito de tu desgarro interior. Tu ser humano se rebela contra la injusticia de tu muerte infame, y expresas lastimeramente tu protesta contra los responsables de tu muerte.
- Con tu grito de muerte se cierra el capítulo de la mayor injusticia jamás cometida, el deicidio contra ti, el Hijo de Dios, encarnado para conducirnos al Padre.

Y dijo: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró. (Lc 23,46b).

- Me prosterno ante tu muerte en un prolongado silencio. En vida fuiste fiel al Padre, y en la muerte pasas el trago duro de la cruz con tu completa confianza puesta en Él.
- Es la muerte la hora de la verdad de los creyentes en Dios. Padre, yo también, anticipadamente, pongo mi vida en tus manos, con la entera confianza de que tú sigues siendo, a pesar de las oscuridades, el Dios amoroso que me ha creado por amor, con un designio salvador.


 P. Pedro Olalde.

Entrega de Patentes

En abril se realizará la entrega de patentes a los congregantes del siguiente modo:

- El 21 de abril, al finalizar la misa de las 12.00 hrs. donde celebraremos el 298 Aniversario de la Congregación, se entregarán las patentes a los Congregantes que han ingresado en la Congregación desde la celebración del último aniversario en el año 2012.

Se contactará previamente por teléfono con los nuevos congregantes para informarles de este acto.

- El 28 de abril, al finalizar la misa de las 12.00 hrs. donde se celebrará el día de San Prudencio, patrono de Álava, se entregarán las patentes a los congregantes alaveses que así lo deseen y a los congregantes de otras provincias que lo soliciten y que no hayan recibido sus patentes en otras ocasiones.

Con todos los congregantes alaveses, contactaremos telefónicamente a principios de abril. Si algún congregante de otra provincia desea solicitar su patente, rogamos lo hagan llamando al teléfono de la Congregación, y en su caso, dejando un mensaje. También pueden hacerlo escribiendo al e-mail de la Congregación. Los datos del teléfono y del e-mail aparecen a la derecha en este blog.

Las patentes son los diplomas o certificados de pertenencia a la Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas. En ellas, además del nombre del Congregante, aparece su número de registro en la Congregación y la Junta donde fue admitida su solicitud. La entrega de patentes es un acto emotivo que reúne a los miembros de la Congregación y suele ser realizada en cuatro ocasiones a lo largo del año: en la misa de aniversario de la Congregación y en las misas de la festividad de San Prudencio, San Ignacio de Loyola y la Virgen de Begoña.

Otras noticias

El domingo 10 de febrero la misa de las 12.00 hrs. con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, se celebró por Lourdes Díez Arechavala. También tuvo lugar la colecta por Cáritas.

Los domingos, 10 y 24 de febrero y el 10 de marzo, las celebraciones dominicales estuvieron acompañadas por el Orfeón Vasco de Euskal Etxea de Madrid, a quien agradecemos su acompañamiento en nuestras oraciones.

La celebración del sábado 2 de marzo, por la mañana, estuvo organizada por miembros del Orfeón Vasco de Euskal Etxea de Madrid de la época de dirección de Vicente Larrea y fue celebrada en memoria de los miembros de dicha etapa que ya han fallecido. La misa fue celebrada por el Padre Javier Ruiz de Arkaute.

Celebraciones en Semana Santa

Los actos de la Congregación para el periodo de Semana Santa son:

El 21 de marzo, a las 19:30 ha tenido lugar a las 19.30 hrs. la Liturgia Penitencial.

El 22 de marzo a las 20.00 hrs. tendrá lugar el Concierto de Semana Santa por parte del Orfeón Vasco de Euskal Etxea.

El 24 de marzo, a las 12 hrs. se celebrará la misa del Domingo de Ramos, con acompañamiento del Orfeón Vasco de Euskal Etxea, así como la Bendición de los Ramos.

El 28 de marzo, a las 18.00 hrs. tendrá lugar la Eucaristía, con la Misa de la Cena del Señor y a continuación tendrá lugar la Exposición del Santísimo. La Iglesia permanecerá abierta para las visitas al Santísimo hasta las 22.00 hrs. Como en el pasado año, se solicita colaboración para turnos de vela de 19.00 a 20.00 hrs., de 20.00 a 21.00 hrs. y de 21.00 a 22.00 hrs.

El 29 de marzo a las 12.00 hrs. tendrá lugar el Vía Crucis, y a las 18.00 hrs. la Liturgia del Viernes Santo, con la celebración de la Pasión del Señor. La Iglesia se abrirá para visitas al Santísimo desde las 10.00 a las 14.00 hrs. Pedimos también la colaboración para hacer turnos de vela en ese día.

El domingo 31 de marzo, a las 12.00 hrs. se celebrará la Misa de Pascua del Señor.

Domingo 5º de Cuaresma (17 de marzo)


Jn 8,1-11

Caía la noche y se retiraba el sol a su descanso, después de regalar a los humanos sus ardientes rayos, en aquel día primaveral, que resultó extremadamente caluroso. Se aproximaba la Pascua judía y ya se sentía en la ciudad la presencia de numerosos forasteros, que ponían una nota de color con su animación.

De pronto, se oye en la lejanía el rumor de voces estruendosas y los gritos acompañados de vocablos de insulto y maldición. Sentíamos sus pasos aproximándose a una casa donde una pareja había sido sorprendida en adulterio, en el barrio de los aguadores de la ciudad. El aire se impregnaba de la sordidez de las palabras, que semejaban dardos envenenados.

Por momentos, iba subiendo la algarabía del tropel de gente que avanzaba hacia nosotros, manteniendo erguida la cabeza y arrojando improperios y maldiciones a Persio y Melita por su crimen. La comitiva se detuvo delante de su casa. Fue entonces cuando el marido de ella exclamó: ¡Déjenlo a él!, que ya me encargaré yo otro día de ajustarle las cuentas. Enseguida, un hombre medio desnudo se escabulló calle abajo, como  alma llevada por el diablo.

Cuando poco más tarde hizo su aparición la adúltera, subieron de tono los insultos y amenazas, y su esposo le propinó esta dedicatoria: ¡Te juro por mi cabeza que hoy será el último día de tu vida! Los vecinos que alertados por el alboroto se habían sumado al grupo acusador, les emularon en sus improperios, y enfurecidos vociferaban: ¡A la muerte con ella! ¡Hay que matarla!

Dos hombres agarraron despiadadamente a Melita y le arrancaron la sábana con la que intentaba cubrirse, para mayor vergüenza y escarnio de ella. Después la arrastraron golpeándola en todo momento y se dirigieron al barranco  de la gehenna, el basurero donde se quemaban los deshechos de los sacrificios del Templo. Es aquí donde se apedreaba a las mujeres cogidas en adulterio. ¡A la gehenna con ella!, gritaban. ¡Que arda para siempre y no quede memoria de ella!
La pobre mujer yacía en tierra, enmudecida como un teatro vacío con sus luces apagadas.

Quiso la buena fortuna que Jesús y sus discípulos se encontraran muy cerca de allí conversando, cuando vieron acercarse a la gente enfurecida. Al percatarse de la presencia del profeta galileo, un vecino elevó su voz y le dijo: ¡Eh, tú, profeta, ven con nosotros y ayúdanos a cumplir la ley de Moisés! ¡El crimen del adulterio solo se repara con piedras!

Los dos hombres que arrastraban a la mujer dejaron caerla en medio de todos, boca abajo, sangrando y en un estado lastimoso. En ese momento, un vecino se aproximó a Jesús para decirle: ¡Eh, profeta, échale una maldición para que se abra la tierra y la trague viva! Viéndose interpelado, Jesús se acercó a la comitiva y preguntó: ¿Dónde está el marido de esta mujer? Este se presentó y le hizo saber que le había engañado hasta 5 veces. Una mujer añadió, por su parte, que medio vecindario se había acostado con ella. Viéndose perdida, la pobre mujer parecía que, desde su estado de postración, tendía sus brazos al cielo implorando ayuda: “No me abandones, Señor, no me hagas presa de la jauría que vocifera contra mí”.

Mientras oía todo con gran atención, Jesús, en cuclillas, anotaba en la arena las acusaciones que lanzaban contra la mujer. En este momento, el marido de Melita se aproximó a Jesús para preguntarle: Tú, ¿qué dices, profeta? A lo que Jesús le contestó: Yo digo que me den una piedra. Un viejo de mirada torva se apresuró a llevarle una piedra de regular tamaño. Todos los presentes aprobaron la acción de Jesús, diciendo: ¡Muy bien, duro con ella!

Jesús, teniendo la piedra en la mano, la elevaba un poco en el aire, como si se ejercitase antes de lanzarla. Después de un breve lapso de tiempo, elevando su mirada dijo a la concurrencia: Siento contrariaros, paisanos, pero no seré yo el primero en arrojar la piedra. Si alguno de vosotros está limpio de pecado, que venga y se la tire.

Entonces se levantó un viejo calvo y barbudo y le dijo: Dame a mí la piedra. Deseo cumplir la ley de Moisés dando muerte a esta prostituta. Jesús le susurró esta pregunta al oído: ¿Puedes decirme en confianza a cuánto interés prestas tu dinero: al 10, al 25 o al 40 por ciento? La ley de Moisés eso también lo prohíbe. No puedes estrangular a los pobres que no pueden pagarte los préstamos abusivos, ¿verdad, amigo? El viejo dejó caer disimuladamente la piedra y se alejó.

Jesús se volvió de nuevo a la gente, que estaba impaciente. ¿Alguien quiere arrojarle la primera piedra?, repitió. Yo, dijo un hombre fornido, que resultó ser un comerciante. Jesús habló con él a media voz. Tal vez, le dijo, tengas dos balanzas, una para pesar lo que compras y otra para pesar lo que vendes. ¿Cuántas tienes, una o dos? Al pobre comerciante se le hizo un nudo en la garganta y no pudo decir nada.

El siguiente dispuesto a soltar la piedra era un abogado. Jesús le interpeló: Dime, amigo, ¿cuántos denarios te ponen bajo el asiento para que digas que el terrateniente tiene la razón y la viuda es la culpable? ¿Quieres tirar la primera piedra?

Como la gente siguiera vociferando que la adúltera tenía que ser apedreada, porque había cometido el más grande de los pecados, dijo Jesús: Mayor adulterio es el que cometen los sacerdotes que se doblegan en todo a los gobernantes que oprimen al pueblo, y nadie les tira piedras. Mayor adulterio es ver a los sumos sacerdotes incesando al dios Mamón, el vil dinero, y ninguno se atreve a arrojar piedras contra ellos. ¡Hipócritas, lo mejor que pueden hacer es desaparecer de aquí y esconderse en las cuevas de los montes, porque el Dios de Israel les va a dejar en cueros, igual que vosotros hicisteis con esta mujer!

Jesús se agachó y no dijo una palabra más. Con la mano extendida fue alisando la tierra donde había ido marcando las acusaciones contra aquella mujer sorprendida en adulterio. Todos se fueron marchando y solo quedaron frente a frente Jesús y la mujer pecadora. ¿Nadie te ha condenado?, le preguntó Jesús. Nadie, Señor, contestó ella. Tápate con este manto y no llores, añadió Jesús.

Había terminado ya el día y las sombras empezaban a cubrir la tierra. Pedro y Jesús levantaron a Melita del suelo y la acompañaron a su casa por la calle del acueducto, la que da al barrio de los aguadores, cerca del Templo santo de Jerusalén.

P. Pedro Olalde.

Domingo 4º de Cuaresma (10 de marzo)


Lc 15,1-3.11-32

Ya el sol había realizado su recorrido de este a oeste aquel día y la oscuridad se estaba adueñando de todos los rincones de la tierra. La casa de Pedro estaba tenuamente iluminada por dos lamparitas que proyectaban sus sombras sobre las paredes.

Aquella noche, como casi todas, nos quedamos conversando después de la cena. Fue ese día cuando Jesús nos contó la historia del viejo Efraín. Efraín era un hombre a quien no le cabía el corazón en su cuerpo. Fruto de su matrimonio, tuvo 6 hijos: 4 muchachas y 2 varones. Su mujer falleció al dar a luz al último de sus vástagos.

Al quedarse viudo, Efraín tuvo que bregar duro para sacar adelante a la familia. Tenía una parcela de tierra a la izquierda de la colina de Nazaret. Allí pasaba la mayor parte del día en un esfuerzo continuado, arando y sembrando para que a sus hijos nunca les faltase una buena alimentación.

Con el paso de los años, a las hijas les llegó el momento de casarse, y Efraín se quedó con sus 2 hijos varones, Rubén, el mayor, y Mico, el más pequeño de todos. Estos dos hijos eran muy desiguales. El primero, que se afanaba por emular a su padre en el trabajo, pasaba todas sus horas en el campo, extrayendo de él el máximo rendimiento.
El pequeño, Mico, era el polo opuesto: extrovertido y amigo de fiestas en Séforis, que siendo una ciudad importante y cercana, ofrecía mil atractivos a los amantes de aventuras.

A las numerosas críticas que recibía por la vida desenvuelta de su hijo pequeño, el padre ponía sordina al tema diciendo que el muchacho se había criado sin madre. Y llegó un día en que este joven no pudo aguantar más la falta de ambiente y la rutina del duro trabajo agrícola.

Un atardecer en que Efraín estaba descansando delante de su casa, se acercó Mico muy desenfadado y sin más preámbulos, le espetó: Padre, yo ya no aguanto más esta vida. Soy joven y quiero disfrutarla. Dame la parte de la herencia que me corresponde. El padre se entristeció, no tanto porque su fortuna se vería menguada, sino por su hijo, que estaba decidido a emprender, tal vez, una vida de desenfreno. Efraín respetó la elección de su hijo Mico, que era ya mayor de edad para hacer de su vida lo que quisiera.

Al día siguiente, antes de que el astro sol asomara su rostro por levante, cuando apenas se empezaba a oír el concierto de los pájaros, se echó al hombro su mochila y con paso decidido, se puso en camino, en dirección a Haifa. Pronto empezó a clarear, y los trinos de los pájaros le acompañaron en un buen trecho del camino. Al divisar la inmensidad y el vasto paisaje que se desplegaba ante sí, se sintió con el corazón exultante, gozando por anticipado las aventuras a las que se iba a entregar. Al fin, soy libre, se decía a sí mismo, mil caminos se abren ante mí.

Con alegría desesperada corría por el camino polvoriento en busca del Dorado, hasta que el sol se puso y descendió el cielo oscuro sobre la tierra, obligándole a buscar un discreto lugar, lejos, al abrigo de otros posibles aventureros. La luna nueva parecía vagar en silencio entre las estrellas.

Tras reemprender, al día siguiente, su caminata, apuraba el paso con el deseo vivo de estar gozando de las delicias de la vida nunca antes experimentada. Por fin, al mediodía, divisó la ciudad de Haifa, el término de su peregrinación. Se informó de todos los lugares de diversión que ofrecía la ciudad, y conoció a otros aventureros que iban en pos de los mismos objetivos.

Los días de solaz y de desenfreno transcurrieron rápidos. En un principio se sintió afortunado por el paso dado, creyendo que era plenamente feliz, pero pronto la insatisfacción hizo presa en él. Tras dilapidar su herencia en comidas, fiestas y orgías, se sintió habitante en tierra extraña. Ante la presión del hambre, acudió a las amistades recién hechas, que le dieron la espalda. Su corazón se le puso mustio. El lamento y la desesperación desgarraron su alma de parte a parte.

Viéndose solo, pobre y hambriento, se puso a mendigar. Pero al ver que apenas conseguía para un mendrugo de pan, empezó a recapacitar en su interior. Pensó en su padre, de cuyo amor, compañía y casa había huido. Por su mente pasó la idea de terminar con su vida, pero, al fin, acuciado por el hambre, la bondad del padre y el apego a la vida, decidió regresar a casa.

Agonizaba el día y llegaba la hora del reposo vespertino. Hambriento como estaba, se tumbó en el duro suelo, esperando que la inconsciencia amortiguara el duro trago que estaba pasando. Cuando la luz del amanecer dio en sus tristes ojos, se puso en camino de regreso a su casa. Caminaba cabizbajo después del desengaño de su experiencia. En las dos largas jornadas estuvo esbozando su discurso que le diría al padre: Padre, coge tu vara justiciera y dame el castigo que me merezco.

Al acercarse a casa, quiso lavarse pero no pudo encontrar una fuente. Al fin, divisó en lontananza la mansión paterna y a Efraín que le esperaba. Salió su padre corriendo a su encuentro, se echó a sus brazos y le cubrió de besos. “Padre”, empezó el hijo, “coge tu vara justiciera y dame”…, pero Efraín no le dejó terminar su discurso para ahorrarle esa humillación. No le reprochó en lo más mínimo la calaverada que acababa de hacer. No le impuso ningún requisito para recibirle en casa. No le exigió ningún tipo de arrepentimiento. Solamente el padre lo ama, lo acoge y busca su felicidad. Le regala el confort de la casa, la dignidad de hijo y el mejor traje. Contrata una banda de músicos y celebra fiesta ofreciéndole un espléndido banquete. El hijo debe experimentar con el padre la fiesta auténtica de la vida, no la diversión engañosa que ha vivido con las mujeres de alterne.

Esta es la historia del viejo Efraín, aquel padre que tenía un corazón grande que no le cabía en su cuerpo. Quien la entiende, entiende cómo es Dios.

 P. Pedro Olalde.

Domingo 3º de Cuaresma (3 de marzo)


Ex 3,1-8.13-15/ Co 10.1-6.10-12/ Lc 13,1-9

1-   Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Trashumando por el desierto llegó al Horeb, el monte de Dios, y allí se le apareció un ángel del Señor, como una llama que ardía en medio de una zarza. Al fijarse, vio que la zarza estaba ardiendo pero no se consumía. Entonces Moisés dijo: “Voy a acercarme para contemplar esta maravillosa visión, y ver por qué no se consume la zarza”. Cuando el Señor vio que se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza: ¡Moisés! ¡Moisés!...
·        Este es un pasaje importante. Moisés ha sido educado en la corte, y huye de la justicia del Faraón, pues ha matado a un egipcio en defensa de un israelita. En su escapada llega al desierto del Sinaí y es acogido por el sacerdote Jetró. Contrae matrimonio con su hija y se dedica a pastorear el ganado de su suegro. En este contexto se enmarca el pasaje de hoy.
·        En el monte Sinaí (=Horeb), Moisés recibe una revelación de Dios y de su misión. Dios va a liberar a su pueblo de la esclavitud, y Moisés es el enviado de Dios a Egipto para realizar esa misión, para sacar a su pueblo de la esclavitud del Faraón y conducirle a la Tierra prometida.
·        Lo importante del pasaje es la Revelación de Dios. Dios “revela su nombre”. Conocer el nombre es para los antiguos como poseer, tener cierto dominio. Por eso, Israel no pronuncia el nombre de Dios, y le llama “el Altísimo”, “el Señor”, “el Dios de nuestros Padres”,…La zarza Ardiente, la Nube, la tempestad sobre el Monte son símbolos de Dios. Ahora, el Señor manifiesta su nombre diciendo que Él es Yahvé: “Yo soy el que soy”.
·        Lo central es que Dios se manifiesta como Libertador y como “completamente Otro”, respecto a todos los dioses. Esta Liberación fue entendida al principio por Israel como meramente política: liberados de la esclavitud de Egipto, conducidos a una Tierra, ayudados contra los enemigos para construir una Patria donde adorar a Dios en un Templo.
·        Poco a poco todo esto se revela insuficiente; los profetas profundizan el mensaje, hasta llegar a Jesús, que le da su más profundo sentido: liberados del pecado y de la muerte, por el conocimiento de Dios.
·        Y todo esto se incluía ya en el mensaje del Éxodo. En el monte Horeb, Dios da a Moisés la Ley, que es el instrumento profundo de la Liberación, la que ha de librar a los hombres de la opresión del pecado.

2-   1Co 10,1-6.10-12. No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros antepasados estuvieron bajo la nube… y todos fueron bautizados como seguidores de Moisés. Todos comieron el mismo alimento espiritual… Sin embargo, la mayor parte de ellos no agradó a Dios y fueron por ello aniquilados en el desierto. Todas estas cosas sucedieron para que nos sirvieran de ejemplo y para que no ambicionemos lo malo. Como lo ambicionaron ellos.
·      Este pasaje muestra la dimensión “espiritual” de lo que narra e interpreta el libro del Éxodo. Pablo insiste en la naturaleza espiritual de la Liberación. No se trata de pertenecer a un pueblo ni de ofrecer sacrificios en el Templo. Se trata de la liberación interior, de la conversión.
·      Ésta es la línea tantas veces proclamada por los profetas, especialmente por Isaías (capítulo 58) y otros muchos textos paralelos, que culminan en la frase recogida por Jesús: “Misericordia quiero y no sacrificios (Mt 12,7; 23,23).

3-   Lc 13,1-9. En aquel momento llegaron unos a contarle lo de aquellos galileos, a quienes Pilato había hecho matar, mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les dijo: ¿Creéis que aquellos galileos murieron por ser más pecadores que los demás? Os digo que no. Y aquellos 18 que murieron al desplomarse la torre de Siloé, ¿creéis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis igualmente.
·      Jesús aprovecha estos dos sucesos para dar una enseñanza. Probablemente, más de un oyente estaría pensando que aquellos galileos a los que hizo matar Pilato por alborotadores, lo tenían bien merecido. A esos Jesús les dice: “Vosotros que os creéis justos… si no dais fruto no sois nada”.
·      Nosotros tenemos la tendencia a pensar que estamos salvados, porque hemos tenido suerte, porque Dios nos ha querido más que a nadie, porque estamos bautizados, porque podemos confesarnos para el perdón de los pecados… Son todo cosas exteriores, que nos vienen de fuera, que no suponen nuestra conversión. Más que “salvados”, estamos bien cuidados, bien abonados, bien podados, bien alimentados… en espera de fruto.
·      Es claro que nuestra situación es más de debilidad que de hipocresía. Pero no pocas veces resulta intolerable la desproporción entre nuestro conocimiento de Dios y la transformación de nuestra vida.

4-   Urgencia de la conversión.
·      Todos los creyentes en Jesús estamos llamados a construir el reino de Dios. Esto, naturalmente, exige de cada uno de nosotros realizar nuestra propia conversión. Ser testigos de Jesús, en vez de adeptos de la Iglesia.
·      Hoy, podemos preguntarnos: ¿Qué aportamos de autenticidad y radicalidad evangélica a esta Iglesia necesitada de una profunda transformación?
·      ¿Contribuimos para que la comunidad cristiana sea una fraternidad que acoja a todos, especialmente a los más humildes y necesitados? ¿Hacemos de ella una Iglesia samaritana, un hogar cálido de acogida?
·      ¿Hacemos algo para que la Iglesia se libere de miedos que la paralizan? ¿Nos empeñamos en ser levadura, sin pretensiones de grandezas?
·      ¿Qué hacemos por una Iglesia más alegre y esperanzada, más libre y audaz, más transparente y fraterna, más creyente y creíble, más de Dios y menos del mundo, más de Jesús y menos de nuestros intereses?
·      Todos podemos contribuir a que en la Iglesia se sienta y se viva a Jesús de manera nueva. Podemos hacer que su rostro sea más parecido al suyo. Podemos trabajar por una Iglesia a la que la gente sienta como “amiga de pecadores”. Una Iglesia que salga al encuentro de los perdidos. Una Iglesia que acoge, escucha y acompaña a cuantos sufren. En fin, una Iglesia de corazón grande en la que, cada mañana, nos pongamos a trabajar por el reino, sabiendo que Dios ha hecho salir su sol sobre buenos y malos.

P. Pedro Olalde.