Jn 13,31-33a.34-35
1-
Nada más salir Judas, dijo Jesús: Ahora
va a manifestarse la gloria del Hijo del hombre, y Dios será glorificado
(31).
·
Cuando
terminaste de lavar los pies, explicaste, Jesús, su significado. Ahora
interpretas la salida de Judas, que va a entregarte. Explicas la aceptación de
tu muerte, en términos de la manifestación de tu gloria, que se identifica con
la de Dios.
·
El Hombre
que realiza el proyecto de Dios, manifiesta la gloria/ amor en toda su plenitud
(1,14).
·
Jesús,
has aceptado tu muerte; es más, has puesto libremente tu vida en manos de tus
enemigos por amor al hombre, para salvarlo. Tu muerte es la gran prueba del
amor de Dios, que te da a ti, su Hijo único.
·
La
construcción “acaba de manifestarse la
gloria de este Hombre” pone en primer término la manifestación de la
gloria; pero el amor manifestado es el de Dios mismo, tan grande que, traducido
por ti, Jesús, en términos humanos, llegas a dar tu propia vida por los
hombres.
2-
Y Dios va a manifestar su gloria en Él y
va a manifestarla muy pronto (32).
·
Si en la
primera parte (13,31) ocupaba el primer término la manifestación de la gloria,
en esta segunda está en primer término Dios, que manifiesta la suya a través de
ti, Jesús.
·
Vuelve a
expresarse así el tema de todo el evangelio: la unión del amor demostrado con
la del amor comunicado (1,16), representada en la cruz por la sangre y el agua
que brotan de tu costado abierto, Jesús.
·
Por eso,
aquí se trata sucesivamente de las dos glorias, que se confunden en una. La
gloria/ amor tuya, Jesús, se manifiesta en dar tu vida, y expresa el amor de
Dios al hombre; la de Dios se manifiesta en el don del Espíritu, que se hace
por medio de ti, Jesús. Este será el amor recibido que responde a tu amor
demostrado.
3-
Hijos míos, ya me queda poco que estar
con vosotros (33a)
·
Tú,
Jesús, te diriges a los discípulos con un término de afecto. El momento es
emocionante, porque vas a anunciarles tu próxima partida, de la que eres
plenamente consciente (13,1.3). Con esto, las palabras que siguen tienen el
carácter de testamento. Aunque tus discípulos no se han dado cuenta, la
traición se ha consumado y la entrega es inminente.
·
Este
“poco” va a ser completado en 16,16ss por otro “poco”, cuando tus discípulos
volverán a verte, Jesús. Por el momento, les hablas de tu marcha, que es la que
da carácter definitivo al mandamiento que vas a comunicarles.
4-
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros (34a)
·
Jesús, tú
te marchas, pero los discípulos van a quedarse. Tú los va a constituir como
comunidad, dándoles tu estatuto y tu identidad. Les das el mandamiento nuevo,
por oposición a la Ley antigua; la Ley de Moisés queda sustituida por el
mandamiento tuyo, Jesús.
·
Tú lo
llamas mandamiento para oponerlo a los de la antigua Ley. En realidad, el amor
no es ni puede ser un precepto impuesto desde fuera, como tampoco lo es para
ti, Jesús.
·
En tu
mandamiento, tú, Jesús no pides nada para ti mismo ni para Dios, sólo para el
hombre. Vuelve a mostrarse que Dios no es absorbente ni acapara al hombre; por
el contrario, es un dinamismo expansivo de amor personal, don de sí, que
impulsa a darse a los demás.
5- Igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros
(34b)
·
Tú, Jesús,
habías ya presentado como norma para los discípulos la asimilación a tu vida y
a tu muerte (6,53: Si no coméis la carne
de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros).
·
Ahora
especificas que la norma es tu propia manera de proceder: el mandamiento nuevo consiste en amar como Tú los has amado. Jesús,
Tú eres la meta que deben alcanzar. La salvación del hombre consiste en ser
como Tú, el Hombre, cumbre de las posibilidades humanas, es decir, en el
desarrollo de toda la capacidad de amar.
·
Jesús, Tú
eres norma, no con palabras, sino con hechos. Ahora traduces los hechos en un
principio: tu actitud han de adoptarla ellos; el amor que él muestra y que es
su gloria, ha de verificarse también en ellos. Este es el mandamiento nuevo:
ser semejantes a ti, Jesús, en su amor sin límite.
6-
En esto conocerán todos que sois discípulos
míos: en que os tenéis amor entre vosotros (35).
·
La
primera muestra de amor a la humanidad consiste en demostrar que la utopía es
posible, que Dios es Padre y los hombres pueden ser hermanos; en hacer brillar
en medio del mundo la gloria de Dios, su amor leal al hombre.
·
Al poner Tú,
Jesús, como único distintivo de tu comunidad la existencia de ese amor visible,
eliminas todo otro criterio. La identidad de tu grupo no estará basada en
observancias, leyes o cultos.
·
Si el
orgullo de Israel estribaba en la peculiaridad de sus instituciones respecto a
las de los pueblos paganos, tu grupo, Jesús, no tendrá barreras que lo separen.
Tu mensaje coincide con lo más profundo del hombre, más allá de las diversas
culturas. El amor es lenguaje universal.
P. Pedro Olalde.