Mt 20,20-28/
Hch 4,33;5,12.27-33;12,2/ 2Cor 4,7-15 (25 julio)
Texto
de meditación sobre el poder y el dominio en la Iglesia
1- Hechos 4,33; 5,12.27-33. 12,2. El
capítulo 4 de Hechos resalta que en la vida cristiana, lo esencial es la
comunión práctica: nadie consideraba como
propio nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las cosas. Es
importante que Lucas diga esto, en una obra en la que el principal protagonista
es el Espíritu. Las dos realidades, el compartir comunitario y el dejarse
conducir por el Espíritu, no se oponen, sino que van de la misma mano.
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Pero no es éste el tema de hoy, sino el de las
persecuciones. Por eso, aparecen los apóstoles ante el sanedrín, dando
testimonio de Jesús, con gran valentía (5,29-32) y siendo azotados por su causa
(5,40).
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Luego, en Hch 12,1-2 se dice: Por entonces, el rey Herodes inició una
persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Mandó ejecutar a Santi ago, hermano de Juan.
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Después del martirio de S. Esteban (Hch 7,60),
se narra aquí la segunda muerte martirial de un miembro del grupo de los Doce, Santi ago, de quien la leyenda cuenta que vino a
España a predicar el evangelio. Es muy improbable que lo pudiera hacer, ya que
fue ejecutado por orden del Herodes Agripa I, hacia el año 42. Por congraciarse
con los judíos (Hch 12,3), este rey manda matar a Santi ago,
seguramente, por su importancia como mensajero de la BN de Jesús y por ser el
representante más destacado de la comunidad cristiana de Jerusalén.
2-
2Cor
4,7-15. Este tesoro lo llevamos en
vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan extraordinaria procede
de Dios y no de nosotros (4,7).
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Pablo ,
en referencia al ministerio apostólico, habla de él en términos de tesoro, para decirnos, acto seguido, que
se trata de un tesoro que llevamos en vasijas
de barro. Quiere decirnos que en la fragilidad del hombre se manifiesta la
grandeza de la fuerza de Dios. El mismo Pablo
se presenta como alguien en quien se ha cumplido esa paradoja: se ve a sí mismo
débil y quebradizo, pero siempre asistido por la fuerza de Dios.
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Aquí es necesario recordar algo que la Iglesia
en su acción misionera parece olvidar: que las limitaciones, los sufrimientos y
fracasos y la misma muerte generan vida para sí y para los demás.
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Como tenemos
aquel mismo espíritu de fe del que dice la Escritura: Creí y por eso hablé,
también nosotros creemos y por eso hablamos (4,13). Esta cita del Salmo
116, le sirve a Pablo para insistir
en la idea de la confianza en el Señor. Pablo
está firmemente convencido de que su confianza está en la fuerza de Dios, que
no defraudará, como no le defraudó a su Hijo Jesús, sino que le resucitó a la
vida eterna, como también lo hará con nosotros.
3- Mateo 20,20-28. En los ciclos A y B ya
se hicieron sendos comentarios de este texto. No vamos ahora a repetir lo que
entonces tratamos de explicar. De todos
modos, dada la importancia de la doctrina que expone, cabe siempre hacer
variaciones en torno a ella.
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Como sabemos, el tema es el poder y el servicio,
dentro de la comunidad cristiana, dentro de la Iglesia. Frente a la pretensión
de los Zebedeos, la de sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en su
reino, se alza el ideal del servicio, el ideal de lavar los pies y servir a los
hermanos.
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¿Hay ejemplos entre los cristianos, de que el
ministerio de la presidencia se ejerce en humildad y servicio, imitando así las
actitudes de Jesús, pronto a entregar su vida, antes que a imponerse por la
fuerza a nadie? Afortunadamente, podemos contestar que sí.
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De todos modos, los escándalos, a lo largo de la
historia de la Iglesia, muestran que
ésta se ha dejado llevar, muchas veces, por la fuerza y la imposición. Se diría
que existe en los humanos de cualquier condición, una gran fuerza impulsiva
tendente a imponerse, a dominar y a aplastar.
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El concilio Vaticano II marcó las directrices en este terreno, aunque
nos cueste aceptar su doctrina a más de uno. Definió a la Iglesia como pueblo de Dios, siendo la comunión la
marca, la señal, el sacramento de salvación (LG 1 y 2).
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Definida la Iglesia como pueblo de Dios, brotan de él unos servicios o ministerios,
necesarios para su desarrollo, entre ellos, el de la autoridad, querido por
Dios.
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De esta manera, se deja de lado la concepción
antigua de que sólo el poder es Iglesia, y el resto de los fieles, un campo en
que pueda desplegarse ese poder. El concilio Vaticano II vio en la Trinidad el
modelo a imitar en la Iglesia, entre sus diversos miembros, siendo el amor el
ingrediente primordial, de tal manera que si éste está ausente, no se realiza
el misterio.
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Estamos, pues, llamados a vivir mostrando dentro
de la Iglesia que somos un pueblo de iguales, donde la autoridad comparta su fe
con los hermanos, cosa que parece que se hace muy poco. Lejos están los tiempos
en que Pío X en la Vehemente Nos, afirma:
La Iglesia es una sociedad de desiguales, los pastores y la grey.
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Nada extraño que el carismático Juan XXIII
confesara al embajador francés durante su presentación en el Quirinal: Quiero sacudir todo el polvo imperial que,
desde Constantino, se ha pegado en el trono de Pedro.
4- Recapitulación. Celebramos la
festividad de uno de los apóstoles más nombrados en el evangelio, Santi ago el Zebedeo.
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Probablemente, en vida de Jesús no asimiló
demasiado el espíritu de su maestro. No entendió gran cosa a aquel Jesús que se
ciñó el delantal y se puso a lavar los pies a sus discípulos (Jn 13). No
comprendió mucho al que sentenció: El que
quiera ser el primero entre vosotros, sea vuestro servidor (Mt 20,26). No
entendió demasiado al que dijo: El Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, le darán muerte, pero al
tercer día resucitará (Mt 17,22-23).
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Con la iluminación del Espíritu, su mundo
interior se transformó, su escala de valores cambió. En adelante, ya no aspiró
a sentarse ni a la derecha ni a la izquierda en el trono de gloria.
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Los cristianos, incluidos los obispos, ¿hemos
aprendido algo de la Buena Nueva de Jesús o seguimos anclados en los viejos
estereotipos mundanos de afán de dominio y de grandezas?