Lc 16,19-31
1-
Parábola
del rico epulón y el pobre Lázaro.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino y todos los días daba
fiestas espléndidas. Y un mendigo llamado Lázaro estaba acurrucado en el
portal, todo cubierto de llagas, y deseaba saciar su hambre, aunque no fuera
más que con las migajas que caían de la mesa del rico; es más, hasta los perros
se le acercaban a lamerle las llagas.
·
Un día, se
murió el mendigo, y vinieron los ángeles a llevarle al seno de Abrahán. También
se murió el rico, y fue enterrado. Ya en el abismo, el rico, en medio de los
tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán con Lázaro a su lado.
Entonces se puso a gritar: Padre Abrahán, ten piedad de mí. Envía a Lázaro para
que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me
atormentan estas llamas. Pero Abrahán le contestó: Hijo mío, recuerda que tú,
durante tu vida, recibiste tus satisfacciones, mientras que Lázaro no tuvo más
que desgracias. Por eso él ahora encuentra aquí el consuelo, mientras tú sufres
el tormento.
·
Además, entre nosotros y vosotros se abre una
sima inmensa; de modo que nadie, por más que quiera, puede cruzar hasta
vosotros ni pasar de ahí hasta nosotros. El rico insistió: Entonces, padre, por
favor, manda a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, para que
les prevenga, no sea que también ellos acaben en este lugar de tormento.
Abrahán contestó: Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen. Pero el
rico volvió a insistir: No, padre Abrahán; es que si un muerto fuera a verlos
se convertirían. Abrahán le replicó: Si no escuchan a Moisés y a los profetas,
no harán caso a nadie, ni siquiera a un muerto que resucite.
·
Los versos 19-26 describen la inversión de valores en
esta vida y en la otra; concretamente, en el aspecto de posesiones materiales,
la situación terrena tiene su contrapeso en la vida del más allá. Los versos
27-31 insisten en que la conversión de un rico que vive únicamente para sus
riquezas difícilmente podrá realizarse, incluso aunque resucite un muerto.
2-
Historia
egipcia. H. Gressmann, a principios del siglo XX, llamó la
atención de los investigadores sobre una historia egipcia, escrita al dorso de
un documento griego, fechado el año siete del emperador Claudio (año 47 d. C.);
la historia se refiere a la retribución, en el más allá, de las penalidades
sufridas en la vida presente.
·
Un niño egipcio, reencarnación de Si-Osiris y
engendrado milagrosamente por Satme Khamuas, lleva a su padre a visitar el
reino de los muertos, Amente. Su
intención es mostrarle la suerte que han corrido diversos personajes; uno, un
rico que, al morir, fue llorado por un coro de plañideras, lo amortajaron con los
vestidos más finos y le hicieron un suntuoso funeral; el otro, un pobre
desgraciado, un mendigo que, al morir, no fue objeto de duelo, sino que se lo
llevaron en una parihuela y lo enterraron en una fosa común en la ciudad de
Menfis.
·
Ahora, ahí está el rico, con un pivote de las bisagras
de su puerta clavado en la órbita de su ojo derecho, que le produce un tormento
atroz; pero en otro recinto está Osiris, rey de Amente, sentado en su trono y, junto a él, radiante de felicidad,
está el mendigo, engalanado con los vestidos del rico. Entonces, Si-Osiris dice a su padre: “Cuando tú llegues
a Amente, ojalá te traten como a ese
mendigo y no como al otro, el desgraciado ricachón”.
·
Según Gressmann, esta historia egipcia pasó a tierras
de Palestina por un trasvase de culturas, cuya responsabilidad debe atribuirse
a judíos residentes en Alejandría. Esta historia fue desarrollándose y
cristalizó en la leyenda de un especialista de la Torá extraordinariamente
pobre y un recaudador inmensamente rico llamado Bar Ma`yan. En opinión de J, Jeremías,
Jesús tenía que estar familiarizado con esta leyenda, y, sin duda, hizo alusión
a ella en su parábola de la invitación al gran banquete (Lc 14,15-24).
·
En la 1ª parte del relato, hay varios elementos que no
aparecen ni en la fábula egipcia ni en la leyenda de Bar Ma`yan; por ejemplo:
los perros, el seno de Abrahán, el
diálogo entre el rico y el patriarca. Si en la parábola de Lucas hay ciertas
resonancias de esas viejas historias, hay que admitir una refundición por parte
del evangelista Lucas, y por qué no, por el mismo Jesús histórico.
3-
Comentario
de la parábola: Lc 16,19-31. Dentro de su contexto actual, la
conexión de esta parábola con los precedentes versos 1-13 no es difícil de
establecer. Por una parte, ilustra la recomendación de Jesús sobre el uso sagaz
de las posesiones materiales (8a. 8b), y por otra, da un nuevo significado al
dicho sobre “las moradas eternas” (verso 9). Al mismo tiempo, subraya la
bienaventuranza o la malaventuranza de los que son verdaderamente pobres (Lc
6,20) o de los que se aferran a su riqueza (Lc 6,24). Finalmente, es una
ilustración del proverbio con el que se cierra la crítica de Jesús a los
fariseos: Lo que entre los hombres se
considera un valor supremo es una abominación a los ojos de Dios (Lc 16,15b).
·
En los versos 19-26, Jesús enuncia con toda claridad
la disparidad de destinos en la vida futura; el uso o el abuso de las
posesiones materiales tendrá su pertinente contrapartida más allá de la muerte
(cf. Lc 16,12). La ostentación del rico, su vida suntuosa, su implícito
desinterés por el pobre Lázaro, acurrucado en su portal, están en acerado
contraste con sus respectivos destinos en el más allá: para el mendigo, suprema
bienaventuranza en el seno de Abrahán; para el rico, acumulación de tormentos
en el Hades. No se habla de juicio sino de inversión de situaciones
·
La 2ª parte (versos 27-31) está centrada en la
conversión, que no depende de eventuales milagros, sino de una escucha de la
ley y de los profetas. Bultmann establece una relación entre los versos 27-31 y
Dt 30,11-14, donde Moisés rechaza que el cumplimiento de la ley suponga una
dificultad insuperable, ya que no es necesario escalar el cielo para comprender
sus exigencias ni hay que cruzar el mar para apoderarse del precepto y
convertirlo en práctica diaria.
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Dentro de la visión global del evangelio según S.
Lucas, las advertencias de Jesús no van dirigidas exclusivamente a los
fariseos, presentados en v. 14 como amigos
del dinero, sino que se abren a nuevos destinatarios, en concreto a los
discípulos, a las generaciones cristianas.
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Reflexión. ¿Cuál
podemos decir que es el centro de la parábola, lo que nos quiere transmitir? A
mi modo de ver nos quiere enseñar esta verdad: es muy grave desentendernos de los pobres de solemnidad, cuando una
persona está nadando en bienes materiales.
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Esto es lo central. Lo demás es literatura de relleno.
¿Está hablando la parábola sobre el infierno? Creo que no. Aquí pasa como en la
parábola del juicio de las naciones (Mt 25,31-46), en la que se quiere subrayar
estas dos ideas: al final de los tiempos se nos preguntará qué hicimos del
hermano necesitado. Los que se compadecieron de él serán admitidos en el Reino
de Dios; los que no se compadecieron, quedarán fuera.
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De todos modos, textos así hacen revivir en los
oyentes lo oído en otros tiempos sobre el infierno. ¿Qué decir sobre este tema
difícil? Hace poco, le pregunté a un sacerdote alavés si creía en el infierno.
Tajantemente, me contestó que no. Y añadió que lo dice en público.
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Más de un teólogo, a la hora de reflexionar sobre cómo
compaginar el inmenso amor de Dios con la existencia del infierno, optan por
quedarse con el infinito amor de Dios. Opinan que los dos credos constituyen la
cuadratura del círculo, se excluyen mutuamente. (El Evangelio de S. Lucas. Tomo 3. Joseph
A. Fitzmyer, Páginas 746 ss)
P. Pedro Olalde.
P. Pedro Olalde.