Jn 6,51-59
1-
“Yo
soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá siempre” (51).
· Como una
bandada de cigüeñas que vuela noche y día soñando con sus nidos en la cima de
los montes, así, al parecer, Cristo se desvivió toda su vida en ofrecer a sus
oyentes el alimento sólido de su Palabra, para que no desfallecieran de inanición.
Y el último día de su vida, habiendo reunido a sus seguidores, celebró con
ellos la Cena de Despedida y les dejó como testamento el sacramento de la Fracción
del Pan, verdadero viático para quien quiera apropiárselo en el camino de su
vida hacia la cumbre pascual.
· Todas las
mañanas una muchacha muy atareada viene a buscar agua de la fuente. Y dijo
Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá
siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo”.
Con mi cántaro de barro me precipito por el camino con la rapidez del sediento
compulsivo para apagar mi sed en Ti, Cristo, fuente celestial. De las 48 medias
horas del día no puedo por menos de dedicar una para verme, cada jornada, en tu
espejo, Jesús, y nutrirme con tu Palabra y tu Gesto.
· Ayer soñé
que pasaba un largo tiempo mirándome en el espejo de Jesús. Se suscitaron vivos
deseos de identificarme con él. Consideré la ventaja que me proporcionaría
comer con frecuencia el Pan de Cristo, que me llenaría de vigor espiritual
semejante al suyo. Pensé en sueños que debería llevar a la celebración escritas
las palabras que expresaran mi deseo más ferviente: “PAN BAJADO DEL CIELO,
CONCÉDEME LA VIDA DE DIOS”. Así lo hice el primer día, y en el momento
propicio, con un corazón ardiente, se la repetí al Señor repetidas veces. Y Él,
que se complace en mi pequeñez, me hizo arder el corazón de inmenso gozo.
2-
El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último
día (54)
·
“Busco la
senda de la vida eterna, insistía el Tapaswi. Quiero hacer inmortal al hombre”
(Tagore). Sí, yo también quiero conocer los caminos que los místicos saben y
que conducen a la sabiduría. Anhelo vivamente emprender la marcha por estos
senderos y no desviarme de la ruta señalada. Para evitar los escollos y superar las
dificultades, cantaré mil canciones en mi ascensión, para no dejarme atrapar
por los cantos de sirena.
· Vida
eterna es lo que ansío. Pero, ¿qué es la vida eterna? Vida eterna es lo que me
desborda, me fascina, me sobrecoge. Lo que no está dentro de mis previsiones,
lo que se sitúa fuera de mis cálculos. Estos días, el Mar Cantábrico está
desbordado, incontrolable, con olas de hasta 13 metros. El mar se sale de madre
e inunda calles y bajos, rompiendo vallas y contrafuertes. ¿Es algo semejante
la vida eterna? Algo así en su aspecto grandioso, imprevisible, pleno.
3-
“El Padre,
que me ha enviado, posee la vida, y yo vivo por él. Así también, el que me
coma, vivirá por mí” (57).
· Pronunció Jesús estas palabras al otro lado
del lago de Tiberíades, bajo el cielo azul de Galilea. Y bien merecían sus
palabras que un flautista oyente elevara al cielo una suave melodía para que
ésta ayudara a penetrar en los espíritus y suscitara abundante vida.
· “Como Jesús vive la vida del Padre así yo
vivo la vida de Jesús”. Me resbalan estas palabras sin dejar huella alguna en
mi mente. ¿Qué es la vida del Padre?, me pregunto. Y me respondo sincero: No lo
sé. Yo sólo entiendo de la vida
terrena efímera. Pero a juzgar por los momentos más bellos de esta
existencia, intuyo que la de Dios, la de Jesús, debe ser inimaginable, lo que
ningún ojo vio ni oído alguno pudo oír ni lengua humana puede expresar, que
decía Pablo .
· Al levantarme a la mañana temprano, escucho
la misma melodía del flautista. Me apresuré a tejer una guirnalda de colores
variopintos para ponerme al cuello, mientras repito mil veces las palabras del
Maestro y me sumerjo en su espíritu.
4- “Este
es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron vuestros antepasados.
Ellos murieron; pero el que coma de este pan, vivirá para siempre” (58).
· Cuando todas las cuerdas de mi vida estén
afinadas, dueño mío, cada vez que las pulses, surgirá la melodía de tu amor.
· Anhelo vivamente, Señor de mi vida, ser tu
arpa armoniosa, de la que puedas arrancar una sinfonía melodiosa. Para Ti mi
música, Señor.
· ¡Oh, cuán agradecido te estoy, Rey del
universo, por concederme tu Pan del cielo, para que disfrute de una salud
exuberante!
· ¡No permitas que te defraude, Cristo, tú que
exhibes tu gloria en tus hijos! Vivo en este pequeño mundo mío, que se me
antoja lo único existente. Pero, no. ¡Elévame a tu mundo y dame la libertad de
entregarlo todo alegremente!
· Quienes lo tienen todo menos a ti, Dios mío,
se burlan de los que no te tienen más que a ti.
· Dios ama más a las lámparas de los hombres
que a sus grandes estrellas. A Dios le doy un gusto cuando decido “estar a
solas con Él, tratando de amistad”, orando. (Santa Teresa).
P. Pedro Olalde.