Mt
16,21-27
1-
Dietrich
Bonhoeffer
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Es conocida la historia de Dietrich Bonhoeffer
(1906-1945), teólogo y pastor luterano. En un intento de evitar el terrible
holocausto judío, que llevaría a la muerte a millones de judíos, en la primavera
de 1933, Dietrich declaraba que era el deber de la iglesia cristiana alzarse en
defensa de los judíos.
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Las tres conclusiones de Bonhoeffer (1- Que la
iglesia debe cuestionar al estado nazi. 2- Ayudar a sus víctimas. 3- Trabajar
en contra del estado, si fuera necesario), fueron demasiado para casi todo el
mundo. Sin embargo, para él eran ineludibles. Llegado el momento, él haría las
tres cosas, a pesar de que veía con claridad que se jugaba su vida.
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D. Bonhoeffer sabía que una iglesia cristiana
que no apoyara a los judíos no era la iglesia de Jesucristo, y evangelizar a la
gente para traerla a una iglesia que no era la de Jesucristo, era una
insensatez y una herejía. Desde el tiempo en que acabó de escribir “La iglesia
y la cuestión judía” lo vio con total claridad y lo arriesgaría todo por ello.
Pero sería un largo y solitario camino.
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Fue una idea que tuvo que madurarla desde 1933,
al darse cuenta de que el daño que estaban haciendo los nazis y Hitler era gravísimo.
Los Bonhoeffer debían hacer todo lo que pudieran en contra de ellos, sobre todo
en cuanto a los judíos. Las tertulias que la familia Bonhoeffer empezó a tener
entonces fueron los inicios de la resistencia contra Hitler, que ya empezaba a
formarse.
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Esta firme convicción para detener la maquinaria
de terror y muerte que estaba en pleno funcionamiento, provocó varios intentos
de homicidio contra Hitler. De todos ellos salió ileso el Führer. En uno de
ellos intervino D. Bonhoeffer. Todos sus participantes fueron condenados a
muerte. D. Bonhoeffer murió en el patíbulo el 8 de abril de 1945. Su fe le
condujo a atentar contra la vida del tirano.
2-
“Desde
entonces comenzó Jesús…”
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El evangelista utiliza en Mt 16,21 la misma
fórmula que en Mt 4,17: “Desde entonces
comenzó Jesús…” para subrayar este nuevo comienzo. En Mt 4,17 esta fórmula
introducía la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios (Mt 4,17-16,20); ahora,
anuncia una instrucción sobre el destino sufriente de Jesús, que será el tema
central de la tercera parte.
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El rechazo de Jesús se va haciendo cada vez más
concreto y todo apunta hacia el final del evangelio, donde se narra con detalle
la pasión, muerte y resurrección de Jesús (Mt 26,1-28,20).
3-
Mateo
16,21-23 Primer anuncio de la pasión. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía
que ir a Jerusalén y que tenía que sufrir mucho por causa de los ancianos, los
jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían y al tercer
día resucitaría. Entonces Pedro, tomándolo aparte, se puso a recriminarle: “Dios
no lo quiera, Señor; no te ocurrirá eso”. Pero Jesús, volviéndose, dijo a
Pedro: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí un obstáculo, porque tus
pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres”.
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El reconocimiento de Jesús como Mesías e Hijo de
Dios y la convocación de la Iglesia en torno a Pedro (Mt 16,13-20) crean el
ámbito para que Jesús comience a manifestar a sus discípulos con claridad que
su camino hacia la resurrección pasa por el sufrimiento y la muerte. La actitud
de oposición a Jesús no es nueva en el evangelio, pero ahora el planteamiento
es más sistemático, de modo que este primer anuncio de su pasión y los dos que
le siguen más adelante apuntan ya hacia el final del evangelio, donde la pasión
y muerte de Jesús se narran con detalle.
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A Jesús, en este momento concreto de su vida se
le plantea una alternativa: o volverse atrás y dejar la predicación del reino
de Dios o bien, continuar y afrontar una muerte segura, dada la firme decisión
de las autoridades religiosas de acabar con él.
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Le acontece a Jesús, de algún modo, lo que a D.
Bonhoeffer, con una diferencia. Este preveía el riesgo que suponía tomar parte
en el atentado contra Hitler, sabiendo que en el caso de que lograran dar
muerte al tirano, probablemente saldría con vida Dietrich; y, en caso
contrario, le esperaba ciertamente la muerte. En Jesús no se da esta
alternativa: todos los indicios anuncian una condena segura, como así
aconteció.
4-
Mateo
16,24-28. Y dirigiéndose a sus
discípulos añadió: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la
perderá; pero el que pierda su vida por
mí, la conservará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si
pierde su vida? ¿O qué puede dar a cambio de su vida? El Hijo del hombre está a
punto de venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles. Entonces tratará a
cada uno según su conducta.
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La invitación a tomar la cruz y a negarse a sí mismo se encuentra en otro lugar del
evangelio, referida a la oposición y persecución que trae consigo el anuncio
del evangelio (Mt 10,38s: El que no toma
su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que quiera conservar la vida, la
perderá, y el que la pierda por mí, la conservará).
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Aquí, sin embargo, esta misma exhortación
aparece como una condición del seguimiento. Seguir
a Jesús significa, ante todo, negarse a sí mismo y tomar la cruz, o lo que
es lo mismo, perder la propia vida para encontrarla en plenitud.
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Tomar la
cruz es una expresión que utilizaron muchos los primeros cristianos para
expresar su unión con Jesús en su muerte y resurrección.
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La última parte de la exhortación (Mt 16,26-27)
trata de ofrecer las razones que deben motivar esta entrega de la propia vida
por Jesús, situándola en el horizonte del juicio: lo importante no es lo que
ocurre en el escenario de este mundo, sino el desenlace final que tendrá la
vida de cada uno delante del tribunal de Dios. Esta alusión al momento del
juicio no es rara en Mateo (véase entre otros pasajes, Mt 25,31-46), que recurre
con relativa frecuencia a esta motivación para fundamentar las exigencias de la vida cristiana.
P. Pedro Olalde.