Lc 1,39-45
1- Lucas 1,39. María se puso en camino y se fue de prisa a la montaña, a una
ciudad de Judá.
· El
sujeto de este versículo es María, a quien en el pasaje anterior le anuncia el
ángel Gabriel la “llena de gracia”, la que ha recibido de Dios el favor de
concebir en su seno y dar a luz a Jesús, el Hijo de Dios
·
María se puso en camino. Los primeros seguidores de Jesús
fueron llamados “los del camino”. Son los que están atentos a la Voz, que les
llega al corazón para ponerse en marcha, prestos a hacer el querer de Dios. El mundo nuevo no se realiza sin
salir de la inmovilidad de la celda.
·
Y se fue de prisa. La llamada divina de la Voz hay que
realizarla con la máxima diligencia. Quien da pronto, da dos veces. Están en
juego terceras personas, Isabel y Juan. El mensaje divino que éstos van a
recibir no admite dilaciones.
·
A la montaña. Zacarías e Isabel vivían la montaña
de Judá. La montaña, en la Biblia, es el lugar donde Dios se manifiesta. En el
encuentro de las dos embarazadas se va a manifestar Dios. Y el niño que espera
María va a iniciar su misión, haciéndole saltar de gozo a Juan, por la acción
del Espíritu Santo.
2- Lucas 1,40-41. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando
Isabel oyó el saludo de María, el niño empezó a dar saltos en su seno.
·
Y saludó a Isabel. La que recibió el anuncio del ángel y
fue llamada la “llena de gracia”, transmite ahora su saludo a su prima. Quiere
María que sus palabras sean portadoras de la gracia del Señor, que hay que
difundirla por doquier.
·
Al oír el saludo de María. ¿Qué es lo que acontece cuando una
persona deja entrar en su corazón el saludo-mensaje de Dios? Su ser vibra
con vibraciones profundas, que dejan
penetrar en su corazón la dínamis, la fuerza de Dios.
·
Y el niño empezó a dar saltos en su
seno. Las palabras
de saludo de María son “decideras”: hacen lo que expresan, transforman, salvan,
llenan de vida al niño Juan en el seno de su madre. De este modo, Jesús empieza
ya su misión salvadora, comunicándole a su primo su Espíritu.
3- Lucas 1,41b-42. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a
grandes voces: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.
·
Quien
ha dejado paso al Espíritu de Dios para que entre en su corazón, ahora se deja
conducir por este Espíritu a través de sus palabras. El Espíritu se manifiesta
en Isabel con toda su fuerza. Tanto María como Isabel contribuyen a crear un
clima espiritual en este feliz encuentro. Lo
hace a grandes voces, es decir, sin asomo de duda, muy convencida de estar
envuelta por el misterio de Dios.
·
Bendita tú entre las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre. Se proclama que María es bendita entre las mujeres por su fe,
por su sí al plan de Dios manifestado por el ángel. Es de suponer que no todas
las mujeres hubieran consentido implicarse en el proyecto de Dios, seguramente
por la falta de fe.
·
Y bendito el fruto de tu vientre.
Anuncia Isabel bendito el fruto del vientre de María, Jesús. El
evangelista Lucas pone en las bocas de Isabel y de muchos creyentes que el niño
nacido de María es el Hijo de Dios, el Emmanuel, Dios con nosotros, encarnado
para mostrarnos el camino al Padre Dios.
4- Lucas 1,43. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a
visitarme?
·
Isabel,
en su humildad, se considera indigna de recibir la visita de María. Como buena
creyente, aprecia la presencia del hijo de María en su casa. La fe de Isabel es
una gran luz en su corazón, que se
desborda por el Espíritu de Dios.
5- Lucas 1,44. Porque en cuanto oí tu saludo, el niño empezó a dar saltos de
alegría en mi seno.
·
Isabel
es bien consciente de la actuación de Dios a través del saludo de su prima. Se
da cuenta de que la gracia de Dios es eficaz y lleva la salvación allí donde un
corazón abierto consiente en darle entrada.
6- Lucas 1,45. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el
Señor se cumplirá.
·
Nada
sucede en la vida espiritual sin fe. La fe es el compañero indispensable en la
vida cristiana. Se necesita fe para que Dios nos guíe en el camino.
7- La fe de María e Isabel nos impulsan a una vida de oración. Oigamos a este respecto lo que nos
dice Dietrich Bonhoeffer: La obra
teológica y la verdadera comunión pastoral solo pueden crecer en una vida que
se reúna alrededor de la palabra por la mañana y por la noche, y que tenga
tiempos establecidos para la oración. No intenten que la Biblia sea relevante.
Su importancia es axiomática… No defiendan la Palabra de Dios, sino testifiquen
de ella… Confíen en la Palabra.
· Su enseñanza sobre la oración: cada mañana, en el devocional, elevaba una larga oración improvisada. La mayoría de los seminaristas de la tradición luterana lo habrían considerado extremadamente pietista en un principio. Pero él no se arrepentía de cosas como éstas. La vida de oración y comunión con Cristo debía estar en el centro. Todo el ministerio surgía de ello. Bonhoeffer solía hablar de esto sentado en las amplias escalinatas de la mansión principal de Finkenwalde, con un cigarrillo y una taza de café. Otra cosa que me impresionó por largo tiempo fue su queja de cuánto carecíamos del “amor de Jesús”. Para él la fe y el amor reales eran idénticos, porque constituían el núcleo central de la existencia de este cristiano sumamente intelectual. Lo sentíamos en las oraciones improvisadas de los devocionales matinales y vespertinos; brotaban del amor hacia el Señor y por sus hermanos (BONHOEFFER. “Pastor, mártir, profeta, espía”. Pág. 43. Eric Metaxas).
· Su enseñanza sobre la oración: cada mañana, en el devocional, elevaba una larga oración improvisada. La mayoría de los seminaristas de la tradición luterana lo habrían considerado extremadamente pietista en un principio. Pero él no se arrepentía de cosas como éstas. La vida de oración y comunión con Cristo debía estar en el centro. Todo el ministerio surgía de ello. Bonhoeffer solía hablar de esto sentado en las amplias escalinatas de la mansión principal de Finkenwalde, con un cigarrillo y una taza de café. Otra cosa que me impresionó por largo tiempo fue su queja de cuánto carecíamos del “amor de Jesús”. Para él la fe y el amor reales eran idénticos, porque constituían el núcleo central de la existencia de este cristiano sumamente intelectual. Lo sentíamos en las oraciones improvisadas de los devocionales matinales y vespertinos; brotaban del amor hacia el Señor y por sus hermanos (BONHOEFFER. “Pastor, mártir, profeta, espía”. Pág. 43. Eric Metaxas).
P. Pedro Olalde.