1-
Cuando Jesús
atravesó de nuevo al otro lado, una gran multitud se congregó adonde estaba él,
y se quedó junto al mar. Llegó un jefe de sinagoga, de nombre Jairo, y al verlo
cayó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hija está en las últimas; ven a
aplicarle las manos para que se salve y viva”. Y se fue con él. (Mc 5,21-24a).
·
Jesús está en situación de ruptura con la institución
judía. La multitud, al acudir a él, muestra estar en desacuerdo con esa
institución y no hacer caso de la excomunión pronunciada contra Jesús por los
letrados de Jerusalén (3,22). Institución. La insistencia del texto en señalar
la travesía (atravesó al otro lado) indica
que esta multitud no puede ignorar que Jesús vuelve de territorio pagano donde
ha mostrado el camino de la liberación a los oprimidos de aquella sociedad.
·
La gran multitud de oprimidos por el régimen judío va
a ser representada en el relato por dos personajes: el 1º, la hija del jefe de
sinagoga, figura del Israel sometido a la institución, cuya situación es
extrema; el 2º, que aparece en el siguiente pasaje, la mujer con flujos, que es
figura del Israel marginado por la institución.
·
Jairo expone a Jesús el motivo de su angustia, que
explica su proceder: “Mi hijita está en
las últimas”. Se halla en una situación extrema y es una hija única. Es
evidente que ha utilizado ya todos los medios a su alcance para resolver la
situación y que todos han fracasado. Al acudir al excomulgado Jesús, muestra
Jairo hasta qué punto está dispuesto a saltarse los condicionamientos
religiosos y sociales con tal de conseguir la salvación de la hija. Jesús no
responde con palabras, sino con la acción: y
se fue con él. Jesús no duda, está siempre dispuesto a “salvar una vida”.
2-
Lo seguía una
gran multitud que lo apretujaba. Una mujer que llevaba 12 años con un flujo de
sangre y que había sufrido mucho por obra de muchos médicos y se había gastado
todo lo que tenía sin aprovecharle nada, sino más bien poniéndose peor, como
había oído hablar de Jesús, acercándose entre la multitud, le tocó por detrás
el manto, porque ella se decía: “Si le toco aunque sea la ropa, me salvaré”
(24b-28).
·
Aparecen 3 grupos: 1º, el de “los Doce” o Israel
mesiánico (son los discípulos, 5,31), en cuanto son seguidores de Jesús
procedentes del judaísmo, quienes no acaban de desprenderse de las categorías
nacionalistas; 2º, una multitud judía que ve en Jesús una esperanza, pero en la
línea de la reforma de las instituciones (5,21); 3º, un numeroso grupo de
gentes “impura” (2,15; 3,32) marginada o excluida por la institución judía, que
ha dado plena adhesión a Jesús , comprende su programa y lo sigue (5,24b).
·
La enfermedad de la mujer, además de atormentarla
físicamente, la hacía legalmente impura y transmisora de impureza. La
enfermedad representa la acusación que hacen los círculos rigoristas al pueblo
no observante, manteniéndolo en situación permanente de marginación. El motivo
de su discriminación es religioso: es la ley de Moisés la que impide su
integración en la comunidad del pueblo escogido y los excluye de la salvación,
pues la impureza no permite el acceso a Dios. El flujo de sangre simboliza la
pérdida incontrolable de vida.
·
El conjunto de detalles que acumula Mc sobre la
situación de la mujer describen su desengaño y fracaso. Lo ha probado todo y
todo le ha salido mal; ya no le queda nada que perder. Ha oído hablar de Jesús
y las noticias sobre él le ha llevado a decidirse a tocarle su manto, pues cree
que de Jesús no puede salir más que vida. Para ello, la mujer ha tenido que
emanciparse de la ley que le prohíbe tocar a nadie. Ha tenido que optar entre
el amor a la vida y el respeto a la ley. Ha optado por la vida.
3-
Inmediatamente
se secó la fuente de su hemorragia, y notó en su cuerpo que estaba curada de
aquel tormento. Jesús, dándose cuenta interiormente de la fuerza que había
salido de él, se volvió inmediatamente entre la multitud, preguntando: ¿Quién
me ha tocado la ropa? Los discípulos le contestaron: “Estás viendo que la
multitud te apretuja ¿y sales preguntando “quién me ha tocado”? Él miraba a su
alrededor para distinguir a la que había sido. La mujer, asustada y temblorosa
por ser consciente de lo que le había ocurrido, se postró ante él y le confesó
toda la verdad. Él le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Márchate a la paz y
sigue sana de tu tormento”. (29-34).
·
La eficacia de su acción es inmediata. El contacto con
el manto de Jesús, es decir, su adhesión y confianza en él, rompiendo el muro
de la Ley, la cura. Al desentenderse de la Ley, ha eliminado la causa de su
mal. El término “tormento” ha aparecido en 3,10, referido a la opresión social
que padecía la muchedumbre que acudía a Jesús. La curación de la mujer es
efecto de la fuerza que sale de
Jesús, es la vida de Dios mismo, su Espíritu, comunicado por Jesús, que lo
tiene en plenitud (1,10).
·
El temor es la reacción típica en el judaísmo ante la
manifestación divina; el Dios de Israel inspira temor. El agente de la curación
ha sido la fe, que ha aparecido como la adhesión a Jesús. Antes, la curación se
atribuía a la fuerza de Jesús; ahora, a la fe. La fuerza está disponible, pero
solamente la fe/adhesión es capaz de abrirle un cauce. La salvación es obra de
Dios con la colaboración del hombre.
4-
Aún estaba
hablando cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: “Tu hija
ha muerto. ¿Para qué molestar ya al maestro?”Pero Jesús, sin hacer caso del
mensaje que transmitían, le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas; ten fe y
basta”. No dejó que lo acompañara nadie más que Pedro, Santi ago
y Juan, el hermano de Santi ago. Llegaron
a la casa del jefe de sinagoga y contempló el alboroto de los que lloraban
gritando sin parar. Luego entró y les dijo: “¿Qué alboroto y qué llantos son
éstos? La chiquilla no ha muerto, está durmiendo”. Ellos se reían de él
(35-40a).
·
Con su exhortación a la fe muestra Jesús su amor a
Israel y su deseo de salvarlo. La mujer tenía que superar el obstáculo de la
Ley; el jefe de la sinagoga, el de la muerte. La fe consiste en la adhesión a
Jesús y una confianza en él, que lo reconoce sin reservas como dador de vida.
·
Acompañan a Jesús a la casa de Jairo los tres
discípulos especialmente refractarios al mensaje. Estos discípulos deben ser
testigos de la muerte que produce la institución y de la potencia de la vida de
Jesús. Esta casa es la del duelo. Para los que están allí produciendo el
alboroto, la muerte es un hecho irreversible.
·
Al decir que “está durmiendo” quita Jesús a la muerte
su carácter definitivo. Desde el momento en que él está presente, se produce un
cambio: lo que antes se consideraba irreversible, deja de serlo, porque Jesús
propone una alternativa que antes no existía y que permite superar esta muerte.
“Ellos se reían de él”, es decir, no
creían.
5-
Lc 5,40b-43. “Muchacha,
a ti te digo, levántate”. Las palabras de Jesús denotan su autoridad. El
contacto físico (“cogió a la chiquilla de
la mano”) transmite su fuerza. La niña debe levantarse por sí misma; se le
ha comunicado una vida que la capacita para obrar por propia iniciativa. Ésta
fue la petición de Jairo: para que se
salve y viva; Jesús la ha realizado. Inmediatamente
se puso en pie la muchacha y echó a andar. “Andar” es la demostración de la
vida y la fuerza comunicadas.
Les advirtió que nadie se enterase. Si se entiende la narración al pie de la letra no tiene sentido esta advertencia, ya que no hubiera sido posible ocultar la presencia de la muchacha resucitada. Es una clave más que Mc señala al lector para que interprete simbólicamente el mensaje. Jesús es fuente de vida, porque nos asegura la vida definitiva en Dios.
Les advirtió que nadie se enterase. Si se entiende la narración al pie de la letra no tiene sentido esta advertencia, ya que no hubiera sido posible ocultar la presencia de la muchacha resucitada. Es una clave más que Mc señala al lector para que interprete simbólicamente el mensaje. Jesús es fuente de vida, porque nos asegura la vida definitiva en Dios.
P. Pedro Olalde.