Mc 7,1-8a.14-15.21-23
1- Marcos 7,1-4. Los fariseos y algunos maestros de la ley procedentes de Jerusalén se
acercaron a Jesús y observaron que algunos de sus discípulos comían con manos
impuras, es decir, sin lavárselas. Es de saber que los fariseos y los judíos en
general no comen sin antes haberse lavado las manos meticulosamente,
aferrándose a la tradición de sus antepasados; y al volver de la plaza, si no
se lavan, no comen; y observan por tradición otras muchas costumbres, como la
purificación de vasos, jarros y bandejas.
·
Es
la 2ª vez que aparecen los letrados llegados de Jerusalén (3,22): el centro de
la institución judía, que no pierde de vista a Jesús, está alarmado por su
reciente actividad con el pueblo, expresada sobre todo en el episodio de los
panes (6,34-46). Posiblemente, a petición de los fariseos de Galilea, el centro
manda una delegación cualificada, capaz de dar un juicio autorizado sobre esa
actividad.
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Estos
fariseos y letrados se fijan que algunos discípulos de Jesús comían los panes
con manos profanas, es decir, sin lavárselas antes. Para ellos, los judíos que
no observaban la ley eran considerados profanos, como si no formaran parte del
pueblo santo de Israel.
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A
raíz del episodio de los panes, esos discípulos han sacado una conclusión: todo
el pueblo que está en la esfera de Dios, es pueblo santo. No reconocen un
ámbito profano dentro del pueblo. No admitían dentro del pueblo de Israel la discriminación
religiosa practicada por los fariseos.
Esto es lo que alarma a los fariseos y letrados: está en juego su concepción de
la sacralidad del pueblo, que para ellos depende de la observancia de los
preceptos legales.
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La
práctica ritual de purificación es común a los fariseos y, según Marcos, la
practican los judíos de todo el mundo. Esta costumbre tiene un fundamento teológico: el contacto con las
cosas de la vida ordinaria separa de Dios. Y esta práctica pertenece a la
tradición oral, pues ha sido transmitida por los “mayores”.
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Para
Juan Bautista, lo que hacía santo al
pueblo de Israel era la ruptura con la injusticia; bautizaba a las personas,
como señal de un cambio de vida. Para los fariseos, su permanencia en el pueblo
santo depende de ciertos ritos
purificatorios de cosas y objetos, como si el mal estuviera fuera y no dentro
de la persona
2- Marcos 7,5-8. Le preguntaron entonces los fariseos y los letrados: ¿Por qué razón no
siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen ese pan con
manos profanas? Dejáis el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de
los hombres.
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Al
comer el pan con manos profanas, los discípulos manifiestan no creer que el
trato con personas o el contacto con objetos sea causa de impureza. Para los
fariseos y letrados esto es motivo de gran escándalo, pues invalida, según
ellos, el principio de que la observancia de la ley escrita y oral
(tradiciones) es condición para pertenecer al pueblo santo.
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Jesús
responde a la pregunta de fariseos y letrados con una fuerte invectiva. El
texto de Isaías que cita, opone los
labios, las palabras, la
exterioridad, al corazón, la adhesión
interior. Los fariseos y letrados hablan siempre de fidelidad a Dios, pero su
actitud interior, que desprecia a los que no siguen su interpretación de la ley
y que evita el contacto con la mayor parte del pueblo y con los paganos, no
puede ser más opuesta (lejos de mí) a
la idea de Dios, rico en misericordia y al mandamiento amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lc 19,18).
3- Marcos 7,14-15. Y convocando a la multitud les dijo: ¡Escuchadme todos y entended! No hay
nada que desde fuera del hombre entre en él y pueda hacerlo profano; no, lo que
sale del hombre es lo que hace profano al hombre.
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Jesús
se dirige a la multitud de seguidores no
procedentes del judaísmo y a los discípulos, para pronunciar un principio
válido para todos los hombres, judíos o no. No usará los términos puro/impuro,
de implicaciones rituales, sino la distinción religiosa universal
profano/sacro.
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Lo
profano es lo que está fuera del
ámbito de lo divino, lo que está lejos de Dios, aquello por lo que él no se
interesa. Para los fariseos, estaban lejos de Dios y fuera de su ámbito, todos
los que no pertenecían a Israel, el
pueblo santo o consagrado, en particular los paganos y los que, dentro de
Israel, no se mantenían en el favor divino mediante la estricta observancia de
la ley.
4- Marcos 7,21-23. Y añadió: Lo que sale del interior del hombre, eso hace profano al
hombre; porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las malas ideas:
libertinajes, robos, homicidios, adulterios, codicias, maldades, engaño,
desenfreno, envidia, difamación, arrogancia, desatino. Todas esas cosas malas
salen de dentro y hacen profano al hombre.
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Según
estos dichos de Jesús, las distinciones entre puro/impuro o profano/sacro no
proceden de Dios; la impureza o profanidad nace de la mala relación con los
demás hombres. Dios no ha creado esas distinciones, es el hombre el que las
causa con su conducta. Lo que aleja de Dios es hacerse daño a uno mismo o
hacerlo a otros.
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Libera
así Jesús de los preceptos esclavizantes de la antigua ley, pone como criterio
de la cercanía a Dios el amor al prójimo y derriba la barrera entre judíos y
paganos, condición para la creación de una humanidad nueva y fraterna.
5- Adenda. Quienes elevan lo secundario (purificaciones de manos y
platos) a la categoría de lo importante (pureza de corazón) es víctima de un
gran engaño: huye de lo costoso para abrazarse con lo fácil.
P. Pedro Olalde.