Jn 20,1-9
1-
Lucas 20,8-9. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al
sepulcro. Vio y creyó. Y es que hasta entonces, los discípulos no habían
entendido la Escritura, según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los
muertos.
·
La
muerte de Jesús en la cruz ponía en cuestión la veracidad de su causa. ¿Quién
tenía razón, Jesús o sus enemigos? ¿De parte de quién estaba Dios?
·
Al
condenarlo a morir en la cruz, no sólo
habían terminado con Jesús, sino al parecer, con su pretensión de la
construcción del reino de Dios. Todo estaba pendiente de qué lado se situaba
Dios, del lado de Jesús o de sus contrarios.
2- Cristo, fuente de esperanza. Al poco tiempo de la muerte de Jesús, sus discípulos pregonan
enardecidos que Dios ha reivindicado a su hijo Jesús por la resurrección. De
esta manera, Dios toma partido a favor de la causa del Crucificado y
desautoriza a quienes le han condenado.
·
Esto
es lo que anuncian, en repetidas ocasiones, sus discípulos: Sabed todos vosotros y todo el pueblo de
Israel que éste (el hombre curado) aparece ante vosotros sano en virtud del
nombre de Jesús Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, y a quien Dios ha
reivindicado entre los muertos (Hch 4,10).
·
Y
en Hechos 5,30: El Dios de nuestros
antepasados ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un
madero.
·
Lo
que la resurrección de Jesús pone ante nuestra vista es que Dios aprueba la
vida de entrega de Jesús a los pobres y abandonados. El Padre se declara a
favor de Jesús en su búsqueda incansable de las ovejas descarriadas de Israel y
aparta sus ojos de la indiferencia de los pastores de Israel hacia el pueblo
sencillo e ignorante.
·
Por
eso, Dios no sólo le ha dado razón, sino que le ha devuelto la vida, que tan
injustamente le han arrebatado las autoridades judías. Jesús ha sido víctima
del poder, que no pasa más allá de quitarle la vida mortal. En la vida
definitiva, Dios le hace justicia con la resurrección.
·
Jesús
de Nazaret se nos presenta a todos los humanos como modelo de esperanza, sobre
todo, para quienes han sido víctimas inocentes en esta vida. Los millones de
personas sometidas a las injusticias de los poderosos, ¿en quién pueden
apoyarse para seguir confiados? En el mismo que hizo justicia a su Hijo
Crucificado, en el Padre Dios.
·
Sí,
Jesús muerto y resucitado es fuente de esperanza para nosotros. En Él
descubrimos a un Dios de vida para toda la creación. Mientras caminamos por
esta tierra nos encontramos con el mal y la injusticia. En el resucitado vemos
una luz que apunta hacia la Vida que nos espera. Esta debe ser la esperanza,
que podemos vivir y anunciar a los desorientados y faltos de creencias sólidas.
3- Ejemplo de vivencia de la resurrección en la tierra. Narciso Yepes (+
1997)
·
Todo cambió un día… Yo me encontraba
en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluir el agua. Era por la
mañana. Exactamente el 18 de mayo de 1952. De pronto, escuché la voz de Dios en
mi interior… Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había
oído. Aquel día yo tenía “la puerta abierta”… Y Dios pudo entrar.
·
Narciso
Yepes, el artista universal. Maestro de la guitarra clásica. Intérprete y
compositor. Uno de los principales concertistas mundiales del siglo XX.
Investigador, a quien se debe la recuperación de unas 6.000 partituras
antiguas. Premiado con numerosas distinciones en vida. Nacido en un humilde
lugar campesino de Lorca (Murcia), el 14 de noviembre de 1927, con cuatro años
de edad le estalló la afición.
·
Mi vida de cristiano tuvo un largo
paréntesis de vacío que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer y ya no
recibí ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe. ¡Con decirle que
comulgué por primera vez a los 25 años…! Desde 1927 hasta 1951 yo no practicaba
ni creía ni me preocupaba lo más mínimo que hubiera o no una vida espiritual y
una trascendencia, un más allá. Dios no contaba para nada en mi vida.
·
Y
tras el tremendo batacazo espiritual a orillas del Sena en 1952, relata: Mi respuesta fue inmediata. Entré en la
iglesia más próxima y hablé con un sacerdote durante tres horas. A partir de
ese día busqué instrucción religiosa, católica. Tenía la fe dormida y… revivió.
·
Y ya, desde aquel momento, nunca he
dejado de saber que soy criatura de Dios, hijo de Dios. Un hombre con una cita
de eternidad que se va tejiendo y recorriendo ya aquí en compañía de Dios. Así
como hasta entonces Dios no contaba para nada en mi vida, desde aquel instante
no hay nada en mi vida en lo que yo no cuente con Dios. Mi conversión fue
inesperada, pero firme.
·
La fe de Narciso fue en extremo
generosa: Yo quisiera amar a Dios, porque no sólo me ha conservado la fe, sino
que me la agranda cada día.
·
A
Pilar Urbano, en una entrevista, le había declarado: Además de creer en Dios, yo le amo. Y lo que es incomparablemente más afortunado
para mí: Dios me ama. ¡Cambiaría tanto la vida de los hombres si cayesen en la
cuenta de esta espléndida realidad!
·
Casi siempre para quien toco la guitarra es para Dios. He dicho casi siempre,
porque hay veces en que, por mi culpa, en pleno concierto puedo distraerme.
Tocar un instrumento lo mejor que uno sabe y ser consciente de la presencia de
Dios, es una forma maravillosa de rezar, de orar. Lo tengo bien experimentado.
·
Un
cáncer linfático declarado en 1990 fue motivo de experiencias dolorosas, de mejoras,
de recaídas, de esperanzas y desesperanzas, de purificación. Luchó con todas
sus fuerzas y buscó la curación, con el deseo de continuar dando gloria a Dios,
“con la guitarra de diez cuerdas”.
P. Pedro Olalde.