Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas


En 1715 se reunió en Madrid un grupo de 124 vascongados que decidieron fundar una Congregación con fines benéficos bajo la advocación de San Ignacio de Loyola. El Consejo de Castilla aprobó las Constituciones en 1718 y desde entonces la Congregación, y a lo largo de más de 300 años de historia ha continuado con su misión.

La Congregación tiene como sede la Iglesia de San Ignacio de Loyola, de Madrid, donde realiza sus actividades. Este blog es un canal de información dirigido a todos sus miembros y personas interesadas en conocerla más de cerca.


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Corpus Christi (29 de mayo de 2016)

Lc 9,11-17
                                              
Comentario libre

1-    La mañana estaba ya muy entrada, se oía el cantar monótono de un pájaro, y las hojas del naranjo susurraban en lo alto de la copa. En ese momento, los doce regresan de su misión y cuentan a Jesús todo lo que han hecho.

·        Exultantes de gozo como están, no pueden disimular su alegría interior, que se refleja en la luminosidad de sus rostros. Jesús los acoge con proverbial bondad y les invita a un descanso de media jornada a las orillas del lago en un paraje solitario cercano a Betsaida.

·        Tan pronto como los discípulos con su Maestro llegan al lugar, ven que les sigue toda la gente, que, entusiasmada de Jesús y de su enseñanza, no puede separarse de él. Cariñosamente Jesús les atiende y les instruye sobre el reino de Dios, sanándoles de sus dolencias a los que lo necesitaban.

·        Cuando el día empieza a menguar y las tinieblas van a extender su negro manto por doquier, se acercan los doce a Jesús para decirle: Despide a la gente para que se vayan a las aldeas y caseríos del contorno a buscar albergue y comida, porque aquí estamos en despoblado.

·        Jesús les dijo: Dadles vosotros de comer. A algún apóstol debió cruzarle por la mente la idea de que el Maestro busca el lado más difícil de la situación. ¿Cómo podemos dar de comer a toda la gente en un despoblado, no teniendo ni dinero ni un lugar para comprar alimentos?

·        Pero Juan, el que tanto sintonizaba con Jesús, pensó que no era disparatada la invitación del Maestro. Para entonces había visto que la gente llevaba algo de comer en sus zurrones. Sería cuestión de compartir lo que llevaba cada uno.

·        Jesús quiso hacer un gran signo de fraternidad y de fiesta para que los más pobres pudieran, al menos esa tarde, comer el alimento que el Padre Dios concede gratuitamente para todos.

·        Cuando los grupos estuvieron formados, “Jesús tomó los 5 panes y los 2 peces que llevaba un niño, y pronunció la bendición”. Y comieron todos hasta saciarse.

·        El milagro se produjo gracias a la bendición de Jesús. Con esta bendición, el alimento se multiplicó, ya que el espíritu solidario de unos se fue contagiando, de modo que hubo abundante comida para todos.

2-    En el Día de la Caridad miramos A ESTE MUNDO Y GRITAMOS: ¡Qué poca caridad y qué poca solidaridad y justicia! Y aún podríamos decir: ¡Qué poca humanidad! La imagen que da el mundo no es la del buen samaritano, sino la del rico Epulón; unos pocos “epulones” y un sinfín de “lázaros” agonizantes.

·        Pero en el Día del Corpus levantamos también nuestra mirada al Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y no podemos menos de exclamar: ¡Qué generosidad y qué amor y qué cercanía y qué humildad!

·        Porque vio a los hombres hambrientos, Cristo multiplicó los panes, gratis, sin buscar siquiera el aplauso. Porque vio a los hombres con hambres más hondas, Cristo se hizo pan y se partió para que lo comieran. Y porque vio a los hombres tristes, Cristo se hizo vino y se ofreció para ser bebido.

3-    El constructor de puentes

·        Una vez, dos hermanos que vivían en fincas vecinas, separadas solamente por un pequeño arroyo, entraron en conflicto. Fue la primera gran desavenencia en toda una vida trabajando lado a lado, compartiendo las herramientas y cuidando uno del otro. Durante muchos años recorrieron un camino estrecho y muy largo que acompañaba la orilla del arroyo para, al final de cada día, poder cruzarlo y disfrutar la compañía del otro. A pesar del cansancio, hacían la caminata con placer, pues se amaban.

Pero ahora, todo había cambiado. Lo que había empezado con un pequeño malentendido, finalmente explotó en un intercambio de palabras ásperas, seguidas por semanas de total silencio.

·        Una determinada mañana, el hermano mayor oyó que golpeaban a su puerta. Al abrir se encontró ante un hombre que llevaba una caja de herramientas de carpintero en la mano. Estoy buscando trabajo, le dijo. Quizá usted tenga algo para hacer, por pequeño que sea. –Sí, le dijo el campesino, claro que tengo trabajo para ti. Ves aquellos campos más allá de aquel arroyo. Son de mi vecino. En realidad, mi hermano menor. ¡Nos peleamos y no puedo soportarlo más! ¿Ves aquella pila de madera cerca del granero? Quiero que construyas una cerca bien alta a lo largo del arroyo para que no tenga que verlo más.

·        -Creo que entiendo la situación, dijo el carpintero. Muéstreme dónde está la pala, el martillo y los clavos, que con seguridad haré un trabajo que lo dejará satisfecho. Como necesitaba ir hasta el pueblo cercano, el hermano mayor mostró al carpintero dónde estaba el material y se marchó.

·        El hombre trabajó arduamente durante todo el día. ¡No había ninguna cerca! En vez de la cerca había  un puente que unía las dos orillas del arroyo.

·        Era realmente un hermoso trabajo, pero el campesino se enfureció y le dijo: Tú has sido muy atrevido construyendo ese puente, después de todo lo que te conté. Sin embargo, las sorpresas no habían acabado aún. Al mirar otra vez hacia el puente, vio al hermano aproximándose desde la otra orilla, corriendo con los brazos abiertos. Por un instante, permaneció inmóvil. Pero, de repente, en un único impulso, corrió hacia su hermano y se abrazaron en medio del puente. El carpintero estaba marchándose con su caja de herramientas cuando el hermano que lo contrató le pidió emocionado: Espera. Quédate con nosotros algunos días más. Pero el carpintero contestó: Me gustaría mucho quedarme, pero tengo muchos otros puentes para construir.

      P. Pedro Olalde.

Santísima Trinidad (22 de mayo de 2016)

Jn 16,12-15

1-    Introducción. El Dios trino, la Trinidad, es la característica más distintiva del cristianismo. Al decir que Dios es uno y trino, estamos diciendo algo muy importante para la comprensión de nuestro Dios. En la visión de la Trinidad se sintetiza prácticamente todo lo que decimos de Dios. Especialmente cambiamos una imagen de un Dios individualista y solitario por la de un Dios de la vida, relacional, comunitario, aunque todas las palabras y las imágenes se nos muestren ahora, más que nunca, infelices e inadecuadas. Para la espiritualidad cristiana también debiera ser muy importante esta visión de Dios (JOSÉ Mª MARDONES, “Matar a nuestros dioses”, PPC, pág. 175).

2-    Juan 16,12-15. Aquí se nos habla del Padre, del Espíritu Santo y del Hijo, es decir, de la Trinidad, cuya fiesta hoy celebramos.

·        Cuando venga el Espíritu de la verdad, os iluminará para que podáis entender la verdad completa.

·      En la situación actual de la Iglesia es de gran urgencia hacer dentro de ella un discernimiento sobre problemas vitales que afectan al bien del hombre. A modo de ejemplo, citamos algunas cuestiones no resueltas, que exigen una decisión valiente, con la mirada en el evangelio, en los derechos de la persona.

·         Los derechos de la mujer en la Iglesia, en especial su acceso al sacerdocio; el celibato opcional en el sacerdocio; el uso de los profilácticos en las relaciones sexuales: la postura de la Iglesia ante el aumento de la población mundial; la acogida de los divorciados vueltos a casarse; la vertiente práctica de una Iglesia de los pobres; la renuncia al poder en la Iglesia: la libertad en la Iglesia como medio para ser defensores de la verdad del evangelio en el mundo, etc.

·    En estos y en muchos otros asuntos, el Espíritu sólo puede estar presente, cuando los cristianos humildemente se ponen en oración, se dejan interpelar por él, se ponen a dialogar mutuamente y se dejan llevar por el criterio del mayor bien del hombre. No existe ningún otro criterio superior a éste.

·        Invocar que existen otros criterios distintos del bien del hombre es ser infiel al evangelio de Jesús; es prescindir, en la práctica, de la ayuda del Espíritu, a quien le hacemos inútil en la marcha de la comunidad cristiana.

·       La Iglesia, de este modo, imitará a la Trinidad, que es amor en ejercicio entre las tres divinas personas. Imitará a la Trinidad, que es el máximo exponente de la libertad para conducirse en todo, optando por el bien del hombre, sin temor alguno. Imitará a la Trinidad, huyendo de toda imposición injustificada, para no defender a ultranza posturas ancladas en criterios no evangélicos.

3-    Nuestra meta: Dios. La presencia del Espíritu en nuestra vida está diciéndonos que nuestra meta está en Dios, en la Trinidad, que en esta vida estamos en la feliz tarea de caminar a su encuentro.

·     Año 1226. Francisco de Asís se encuentra en las últimas, enfermo del estómago, de los ojos y de incontables dolencias; humanamente, un guiñapo.

·       El santo estaba acongojado por muchas preocupaciones, no tanto de su persona, sino de su obra. Tenía las llagas del Crucificado en el cuerpo, pero su espíritu también sangraba. Tal vez tenía razones para la desesperación. No obstante, recibe la muerte cantando, no como un insensato, inconsciente o desesperado, sino porque se sentía habitado y salvado por Dios.

·    Suelo decir que en la muerte estamos llamados a hacer el MAYOR ACTO DE FE en el AMOR TRINITARIO DE DIOS. El santo de Asís es todo un modelo para nosotros. No huye de la muerte. Camina hacia ella. Al sentir su presencia exclamó: Bienvenida seas, hermana muerte. Llamó a los hermanos Ángel y León para que le cantaran el Cántico del hermano sol. Después de escucharlo, aún pudo añadir otra estrofa al mismo: Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Si durante su vida había cantado por los campos como un Cristo danzante y lúdico, ahora lo hace como un Cristo agonizante, y comienza a cantar el salmo 142: En voz alta grito al Señor, con toda mi voz te suplico. E invitaba a alabar al Señor cantando no solo a sus hermanos, sino también a todas las criaturas.

·        Fray Elías, Ministro General de la Orden, viendo lo desconcertante de esta situación, dijo a Francisco: Querido Padre, me complace mucho que te sientas tan alegre; pero temo que en la ciudad, donde te tienen por santo, se produzca un escándalo al ver que no te estás preparando de una manera conveniente a bien morir. –No te apures, respondió Francisco, pues con todos mis sufrimientos me siento tan próximo a Dios que no puedo hacer otra cosa sino cantar.

·     Tal vez, nadie vivió tan intensamente la muerte como el Pobrecillo; seguramente, ninguno como él interpretó la vida como tránsito, como éxodo, como Pascua y como despedida en el tiempo. La muerte para este caballero de la fe, no era el momento temido, desagradable y funesto, sino el encuentro con una nueva dimensión de su existencia, una nueva posibilidad y el paso imprescindible para encontrarse con el gran ENCUENTRO.

·         La muerte de Francisco nos enseña a no temer a la muerte corporal, porque ella forma un todo con la vida, a la que da su más alto significado y nos abre a la sobrevida. Toda vida humana tiene dimensión de eternidad, y sólo se alcanza a través del trampolín de la muerte, aunque nos resistamos a morir.

·      La muerte solo podrá ser comprendida por quien la vive desde Dios. Francisco, con la suya, nos demostró que la persona es capaz de trascendencia y de amor creador. Con gran acierto Gregorio IX escribió el epitafio para la tumba de Francisco: Muerto antes de morir, vivo después de muerto (Don Quijote  y san Francisco: dos locos necesarios. José Antonio Merino. Pág. 113ss. PPC).


        P. Pedro Olalde.

Pentecostés (15 de mayo de 2016)

Jn 20,19-23

ESCENA 1

Domingo, 5 de mayo, Gerardo y Visitación, en una ceremonia religiosa, realizan el compromiso de fidelidad, estando las dos familias presentes. El Espíritu de Dios sopla fuerte para las personas que caminan hacia el encuentro, para vivir unidos en comunión, paz y gozo.

Su fe les ha llevado a expresar decididamente su compromiso de vivir su unión matrimonial. El Espíritu les lleva a soñar en caminos nuevos por donde transitar rompiendo rutinas y esquemas viejos para adoptar aquellos que les brinden una ilusión nueva.

Se sienten de la familia de Dios, hijos, no esclavos ni siervos, poseedores de una herencia más allá de la muerte. Dan el paso con alegría, porque quieren vivir la Pascua de manera consciente. Desean cambiar y hacer sitio a lo que Dios les dice. Eso les hará distintos.

ESCENA 2

Uno de los asistentes a la celebración, acababa ésta, se me acerca y me agradece con sentimiento lo que ha oído y vivido. Él es creyente convencido, por eso me dice que se ha sentido metido del todo en el espíritu de la ceremonia.

Se ha alegrado por sus hermanos y familiares, añade, de que hayan podido vivir una celebración vibrante, muy distinta de otras experimentadas en otros tiempos, que les han impedido, tal vez, seguir buscando el misterio de Dios. He aquí, me dije, cómo trabaja el Espíritu de Dios en las personas que tienen el corazón abierto a su voz.

A lo largo del encuentro, que se ha prolongado con la comida hasta media tarde, varias veces se me ha acercado la citada persona. Al preguntarle si pertenece a alguna comunidad de fe, me dice que sí, que se ha educado en Adsis, que yo conocía desde hacía tiempo.

ESCENA 3

Tarde de jueves de mayo. Un día primaveral y soleado de Madrid. Asisto a la Eucaristía en la Capilla del Obispo, donde siete Hermanitas del Cordero cantan brillantemente en polifonía durante toda la misa. Casualmente, se encuentra entre ellas la fundadora, que es francesa.

Los que asistimos somos unos afortunados de poder gozar de tanta belleza. Es que el Espíritu empuja a los que siguen su rastro a romper esquemas y viejos moldes y a hacer un mundo nuevo.

En medio de la celebración, un hombre súbitamente se desploma, creando en torno a sí un gran revuelo. Los más cercanos y las religiosas se acercan rápidamente para ayudarle. Uno de los asistentes llama al Sámur. El accidentado, vuelto en sí, sigue siendo objeto de toda clase de atenciones. En ese momento entran tres empleados del Sámur y le sacan fuera. ¡Bendito Espíritu que nos hace movilizar para atender al hermano necesitado que ha sufrido una bajada de tensión!

ESCENA 4

Es la Vigilia de Pentecostés. Decido hacer una hora de oración para sentirme lleno de Espíritu. Empiezo por extender sobre el suelo una alfombra roja, cuyo color me recuerda las lenguas de fuego de Pentecostés. Coloco a sus extremos unos cirios encendidos y postrándome de rodillas ante un icono de la Trinidad, empiezo mi vigilia.

Y canto, una y otra vez, esta canción: Espíritu de Dios, ven a mi alma, ven a mi vida, ven a mi ser. Ven, lléname, con tu presencia lléname, lléname, con tu poder, lléname, lléname, con tu bondad, lléname, lléname, con tu bondad. Hago una pausa e interiorizo la letra y vuelvo a cantar de nuevo hasta impregnarme de su espíritu.

A continuación, leo el texto señalado para hoy, Jn 20,19: Estando reunidos los discípulos en una casa, por miedo a los judíos, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz esté con vosotros. Yo también me siento entre los discípulos y palpo tu presencia, Jesús, en medio de la comunidad reunida en tu nombre. Hago silencio y me lleno de Dios.

Luego me centro en Jn 20,20: Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría. Jesús me muestra las marcas de su identidad, de su entrega: sus manos agujereadas y el costado traspasado por la lanza. ¿Cuáles son las credenciales, las marcas de mi entrega? ¿Es el servicio mi santo y seña? Jesús, deseo acercarme a ti en tu vida de amor y entrega. Dame tu Espíritu. Y se llenaron de alegría. Jesús, donde estás tú, allí brilla tu alegría. Tú alejas de mí toda tristeza.

Paso a Jn 20,21. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Me siento agradecido de ser un enviado tuyo. ¡Ojalá sea un mensajero tuyo a jornada completa!

Jn 20,22. Sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. Sopla fuerte sobre mí, Jesús, para que reciba la fuerza de tu Espíritu. Lo deseo vivamente. Prosigo en oración.

Jn 20,23. A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá. Dios quiere que sea liberador de mis hermanos. Haz que me brinde para soltarles de sus ataduras a quienes buscan liberación. Tendré que adelantarme, ser creativo para inventar nuevas formas. Tú me ayudarás siempre, Señor. Gracias.

P. Pedro Olalde.

Ascensión del Señor (8 de mayo de 2016)

Lc 24,46-53

1-    Un tren extraño.

Érase una vez un tren lleno de viajeros que corría veloz sin detenerse jamás. Dentro del tren todo era movimiento, ruido y agitación. Los viajeros se instalaban cada uno a su manera y procuraban organizarse su viaje lo mejor posible. Lo sorprendente era que ninguno de ellos sabía a dónde se dirigía.

Eran frecuentes dentro del tren las disputas y enfrentamientos, pues casi todos luchaban por viajar en los coches de primera y se disputaban los asientos más cómodos y seguros. Aunque nadie conocía exactamente hacia dónde corría el tren.

Mientras tanto, eran bastantes los que aprovechaban el viaje para montarse su propio negocio. En el tren se vendían y compraban toda clase de objetos, ingenios y juguetes para hacer más cómodo y agradable el trayecto. A veces, todo el tren parecía una gran feria o mercado ambulante. Nadie conocía, sin embargo, el destino último del tren.

Algunos, los menos, se interesaron por estudiar la estructura y el funcionamiento del tren. Con esfuerzo y constancia admirables llegaron a desentrañar muchos secretos de su maquinaria y aprendieron a aprovechar mucho mejor sus resortes. Sin embargo, no podían adivinar hacia dónde se dirigía aquella máquina tan poderosa y bella.

La mayoría buscaba algún pasatiempo para hacer más soportable el viaje. Bastantes se entretenían ante la pantalla de un vídeo. Algunos ojeaban aburridos las revistas de siempre con las noticias y reportajes de siempre. Otros dormitaban en sus asientos. A nadie parecía preocuparle el final del viaje.

Con el tiempo, se  fue imponiendo dentro del tren una consigna extraña. Los viajeros se dijeron unos a otros: “Puesto que no sabemos a dónde se dirige el tren, no pensemos más en ello. No nos preguntemos cuál es nuestro destino final. Sin duda, viajaremos más tranquilos”.

Y la consigna se fue extendiendo y, dentro del tren, ya nadie preguntaba por el destino último del viaje y, cuando alguno lo hacía, los demás lo miraban con extrañeza, tal vez, con sonrisa burlona: ¿acaso no es lo más normal viajar sin preguntarse hacia dónde nos dirigimos?

En esa fiesta de la Ascensión, y después de leer esta parábola, sólo una pregunta: ¿es sensato vivir sin preguntarnos nunca por la última meta de nuestra vida? (JOSÉ ANTONIO PAGOLA. Citado en Cuaresma y Pascua 2015. Pág. 313).

2- Lucas 24,46. Y les dijo: Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día.

·        En Oseas 6,1-2 se lee: Venid, volvamos al Señor; él ha desgarrado y él nos curará; él ha herido y él vendará nuestras heridas. En dos días nos devolverá la vida, al 3º nos levantará y viviremos en su presencia.

·        Parece que ésta es la única cita de resucitará al tercer día. Es una mención en que se afirma de Dios que es dador de vida, pues al tercer día nos levantará (= resucitará). No es una cita clara. Resucitar al tercer día equivale a resucitar. En Dios, en quien no hay espacio ni tiempo, es insignificante lo del tercer día.

3- Lucas 24,47. Y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados.

·        Con la resurrección de Jesús, se anuncia la conversión y el perdón de los pecados. La misión de Jesús ha consistido en traernos vida, y lo que a ésta se opone es el pecado, que es el fracaso del hombre en su condición humana.

·        El hombre con su adhesión a Jesús, imita sus actitudes, y así participa de la salvación que nos trae a todos. Es decir, Jesús, con su entrega de la vida como ofrenda suprema, nos muestra un camino para liberarnos del peso del pecado.

4- Lucas 24,48. Vosotros sois testigos de estas cosas. Los discípulos de Jesús son los testigos directos de las cosas acaecidas en torno a la vida: ha irrumpido una vida nueva en Jesús y ellos han sido los que lo han experimentado.

·        Nos sentimos salvados. La salvación se da cuando el hombre se postra ante Dios y reconoce su nada y la grandeza de Dios, que le quiere alzar hasta su mismo nivel por la gracia. El hombre se abre a este don divino y le agradece.

5- Lucas 24,49. Por mi parte, os voy a enviar el don prometido por mi Padre. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza que viene de lo alto.

·        En su resurrección, Jesús nos regala el don prometido por su Padre, es decir, el Espíritu Santo. Este don nos permite orar en el Espíritu de Dios.

·        Podemos imaginar que hay un lugar en nuestro corazón en que mora el Espíritu de Dios, y que este Espíritu ora en nosotros y con nosotros.

·        ¡Quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos!... ¡Qué hermosa la actitud de espera ante la llegada del Espíritu de Dios! Lo que no se desea vivamente no se vive con intensidad. El deseo da la  verdadera dimensión o valor.

6- Lucas 24,50-51. Después los llevó fuera de la ciudad hasta un lugar cercano a Betania y, alzando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue elevado al cielo.

·        En este momento, quiero recogerme y desear vivamente ser bendecido por ti, mi Cristo glorioso. Quiero sentir la fuerza de tu presencia, Gracias, mi Señor.

      P. Pedro Olalde.

6º Domingo de Pascua (1 de mayo de 2016)

Jn 14,23-29

Jesús le contestó (a Judas Tadeo): El que me ama se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él. Por el contrario, el que no guarda mis palabras, es que no ama. Y las palabras que escucháis no son mías, sino del Padre que me envió. Os he dicho todo esto mientras estoy con vosotros; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado y os lo explicará todo.

Os dejo la paz, os doy mi propia paz. Una paz que el mundo no os puede dar. Ya habéis oído lo que dije: Me voy, pero volveré a vosotros. Si de verdad me amáis, deberíais alegraros de que me vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

1-    Reflexión. Año tras año, se ha venido proclamando este evangelio en nuestras liturgias. ¿Con notable o escaso éxito? Supongo que con muy menguado resultado. El ser humano recibió un soplo divino en su creación, es decir, el Espíritu Santo, que le capacita al hombre para abrirse al amor hondo de Dios y pueda amar a sus semejantes con este mismo amor.

·        Pero así como hay una atrofia cerebral, al parecer muchos cristianos padecen de otra atrofia no menos severa, la de verse incapacitados para entender y vivir esta doctrina del amor ágape, con el que el mismo Dios nos ama.

·   El ser humano realiza grandes sacrificios y esfuerzos durante 12 años para sacar una carrera universitaria que le facilite luego la adquisición de un buen puesto de trabajo. Pero al mismo ser le parecerá un disparate que alguien se proponga en serio el entender y vivir estos grandes textos de Juan. En tal caso, fácilmente se le escaparía esta perla: ¿Es que vas para cura?

·       Pienso que cualquier cristiano debería estar interesado en desentrañar estos pasajes tan hondos, vitales e ilusionantes, que nos hablan de que el hombre participa del don más sublime concedido por Dios para participar de su amor divino,

2-    ¿Es posible llegar a vivir esta doctrina? Hermano, tal vez, has estado oyendo esta maravillosa enseñanza, año tras año, sin que se despertara en ti ningún asomo de ilusión para descubrir su riqueza.

·        En la sociedad actual, incluso en nuestras familias, hay pocas experiencias profundas. Por eso, cuando el sacerdote explica estos textos, sus palabras no nos conmueven en lo más mínimo.

·        El aprendiz de organista no empieza a ejercitarse con la tocata y fuga en re menor de Bach, sino con piezas más sencillas. Pasados bastantes años, puede que se atreva con la pieza aludida del genio alemán.

·      Así también en nuestra vida: no hay improvisaciones; hay, en el mejor de los casos, un proceso de crecimiento lento. El crecer en el amor es vital y no hay crecimiento en el amor sin ejercicios prácticos ordinarios y sencillos de entrega al prójimo. No se crece tampoco en el amor a Dios sin hacer nada.

·        Yo me relaciono con Dios todos los días durante un tiempo prolongado. Otros lo hacen tomando cada jornada 20 minutos. En este tiempo de “audiencia” con Dios, le damos gracias por la vida, por ser sus hijos, oramos, leemos el evangelio y nos llenamos el corazón de su amor. De este modo, Dios nos resulta un ser vivo, que nos llena de vida.

·        Todo cristiano está llamado a vivir esta experiencia de amor de Dios, que san Juan de la Cruz la llama la EXPERIENCIA MAYOR. Ésta se convierte para quien la experimenta en su mayor gozo, y por nada cambiaría en su vida. Es el milagro al que estamos llamados todos. Eso sí, nada humano ni divino sucede en nosotros que no pase por nuestro esfuerzo humano. Así que, ¿lo deseas de veras?

3-    Juan 14,23-29. Esta página evangélica es un tratado de amor de alto nivel. Porque de ordinario no vivimos el amor a un nivel tan profundo, puede que nos resulte difícil el comprender su significado.
·        Empecemos por algo sencillo. Si tú, lector, eres casado, piensa en tu pareja. Luego reflexiona si le (la) quieres con un amor gratuito. Amar a alguien gratuitamente es, en la práctica, algo difícil, porque continuamente se interpone nuestro egoísmo, que es muy calculador. Enseguida, pensamos: El otro día, me mostré cariñoso con esa persona, y apenas me lo agradeció.

·     Sería muy provechoso ejercitarse en avanzar en este amor gratuito en la vida ordinaria. No hay que buscar grandes ocasiones; se trata de no pensar tanto en uno mismo y más en la otra persona. Pensar en aquello que puede darle una alegría, aunque sea pequeña. Si uno es constante, irá progresando.

·    El mismo ejercicio se puede hacer con Dios. Me propongo amar a Dios. Generalmente, nosotros queremos a las personas de las que hemos recibido favores, regalos… Enseguida nos sale una palabra de gratitud. ¿Tengo conciencia de lo que he recibido de Dios? De Él he recibido la vida, también la vida divina. Vivo en el planeta tierra, mi morada. Me alimento de los frutos de la tierra, de los animales, de los peces de los mares, creados por Dios. Soy un ser social, capaz de amar y ser amado por los demás. Éstas y mil cosas más son capacidades o regalos que la vida / Dios  me ha servido en bandeja. Si el cariño a las personas crece si se ejercita la gratitud, también el amor a Dios puede crecer, si cada día o frecuentemente, le damos gracias. Puedo, pues, decirle: Gracias, Señor, por la vida que me has dado. Gracias por la vida divina. Gracias por los alimentos con que me nutres. Gracias por poder amar y ser amado…  DESPUÉS DE LEER ESTA EXPLICACIÓN, RELEE EL TEXTO DEL INICIO.

      P. Pedro Olalde.