Mt 13,47-53
1- Introducción. Este
año de 2016 estamos celebrando el 400 aniversario de la muerte del autor de D.
Quijote de la Mancha, Don Miguel de Cervantes, acaecida el 23 de abril de 1616.
Por este motivo, me parece bueno hacer un parangón entre D. Quijote y San
Ignacio.
2- Don Quijote y San Ignacio: dos locos necesarios, de los que hoy, el mundo está
imperiosamente necesitado. Hasta el salmo 69 nos lo recuerda: Oh Dios, tú conoces mi locura. La
Palabra de Dios quiere decirnos que la locura es la verdadera sabiduría, la que
nos libera de la insensatez y el orgullo de los mortales. Esta locura, como
signo de sencillez salva de la estupidez y pedantería de los falsos sabios.
·
Don
Quijote, rematado ya su juicio, vino a
dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le
pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el
servicio de su república, hacerse caballero andante e ir por el mundo con sus
armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él
había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género
de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos cobrase
eterno nombre y fama.
·
San
Ignacio. De su locura los que mejor se dieron cuenta fueron sus hermanos de
sangre, especialmente su hermano Martín. Estamos en la Navidades de 1521, las
últimas que Íñigo pasó en familia. Conocemos bien la embestida a la que le
sometieron sus hermanos al pobre Íñigo, decidido enteramente a cambiar de rumbo
de vida. Martín, su hermano, le llevó a
una cámara y después a otra y con muchas admiraciones le empieza a rogar que no
se eche a perder y que mire cuánta esperanza tiene de él la gente y cuánto puede
valer, y otras palabras semejantes, todas a intento de apartarle del buen deseo
que tenía. Ignacio recibió la embestida, escabullendo como pudo el bulto.
En realidad, cantaba victoria, porque su palabra prevaleció y fue la última.
3- Al servicio de dos amores
·
Don
Quijote, de Dª Dulcinea, que será el motor que le empuje a la realización de
todas sus proezas. De este modo, al comienzo de sus andanzas se dio a entender que no le faltaba otra
cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin
amores era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma.
·
Ignacio
de Loyola, de Cristo. Llegó a estar tan enamorado de Cristo que no podía decir
misa todos los días: tal era la pasión con la que vivía la celebración, que a
veces enfermaba después de la Eucaristía.
4- Dos tareas: deshacer entuertos. Construir reino de Dios.
·
Don
Quijote tenía clara conciencia de su misión, por eso no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento,
apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza,
según eran los agravios que pensaba deshacer, entuertos que enderezar,
sinrazones que enmendar, abusos que mejorar y deudas que satisfacer.
·
Íñigo
de Loyola y sus compañeros empezaron a vivir pobremente en Roma, compartiendo
su casa y pobreza con los más desafortunados de la vida. Más tarde, se
dedicarán a renovar la Iglesia y a iluminar las mentes de los cristianos para
que vivan plenamente su fe.
5- Francisco de Asís. San Ignacio murió el 31 de julio de 1556 // 330 años antes había fallecido
S. Francisco de Asís, una alma gemela, en muchos aspectos a la de S. Ignacio. Y
podemos preguntarnos: ¿Cómo mueren los santos?
·
Año
1226. FRANCISCO DE ASÍS se encuentra en las últimas, enfermo de estómago, de
los ojos y de incontables dolencias; humanamente, un guiñapo. El santo estaba
acongojado por muchas preocupaciones, no tanto de su persona, sino de su obra.
Tenía razones para la desesperación, pero recibe la muerte cantando, porque se
sentía habitado y salvado por Dios. Francisco es un gran modelo para todos. No
huye de la muerte. Camina hacia ella. Al sentir su presencia, exclamó: Bienvenida seas, hermana muerte.
·
Llamó
a los hermanos Ángel y León para que le cantaran el Cántico del hermano sol. Después de escucharlo, aún pudo añadir
otra estrofa: Alabo seas, mi Señor, por
nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede
escapar. Si durante su vida había cantado por los campos como un Cristo
danzante y lúdico, ahora lo hace como un Cristo agonizante, y comienza a cantar
el salmo 142: En voz alta grito al Señor,
con toda mi voz te suplico.
·
Fray
Elías, el Ministro General de la Orden, viendo lo desconcertante de esta
situación, dijo a Francisco: Querido
Padre, me complace mucho que te sientas tan alegre; pero me temo que en la
ciudad, donde te tienen por santo, se produzca un escándalo al ver que no te
estás preparando de una manera conveniente a bien morir. –No te apures, respondió
Francisco, pues con todos mis
sufrimientos me siento tan próximo a Dios que no puedo hacer otra cosa sino
cantar.
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Nadie
vivió tan intensamente la muerte como el poverello
de Asís. Ninguno como él interpretó la vida como tránsito, como Pascua y
como despedida en el tiempo. La muerte para este caballero de la fe no era el
momento temido, sino el paso imprescindible para el gran ENCUENTRO. Francisco
nos enseña a no temer a la muerte, porque es el trampolín que nos conduce a la
Vida.
·
La
muerte sólo será comprendida por quien la vive desde Dios. Con gran acierto
Gregorio IX escribió el epitafio para la tumba de Francisco: Muerto antes de morir, vivo después de
muerto. (D. Quijote y
S. Francisco: dos locos necesarios. J. A. Merino, pág. 113ss. PPC).
P. Pedro Olalde.