Lc 15,1-3.11-32
1- LA HISTORIA DEL VIEJO EFRAÍN.
Ya el sol había realizado su recorrido de este a oeste aquel
día, y la oscuridad se había adueñado de todos los rincones de la tierra. La
casa de Pedro estaba tenuemente iluminada por dos lamparitas que proyectaban
sus sombras sobre las paredes. Aquella noche nos contó Jesús la historia del
viejo Efraín. Efraín era un hombre a quien no le cabía el corazón en su cuerpo.
Fruto de su matrimonio tuvo 6 hijos: 4 muchachas y 2 varones. Su mujer falleció
al dar a luz al último de sus vástagos. Al quedarse viudo, Efraín tuvo que
bregar duro para sacar adelante a la familia. Pasaba la mayor parte de su
tiempo arando y sembrando para que a sus hijos nunca les faltase una buena
alimentación.
· Con
el paso de los años, a las hijas les llegó el tiempo de casarse, y Efraín se
quedó con sus dos hijos varones. Rubén, el mayor, y Mico, el benjamín. El
1º pasaba mucho tiempo en el trabajo del
campo. El pequeño, Mico, era el poco opuesto: extrovertido y amigo de fiestas.
A las numerosas críticas por la vida desenvuelta de su hijo pequeño, el padre
ponía sordina al tema diciendo que el muchacho se había criado sin madre. Y
llegó un día en que Mico se plantó ante su padre para decirle: Padre, yo ya no
aguanto más esta vida. Soy joven y quiero disfrutarla. Dame la parte de la
herencia que me corresponde. Efraín respetó la determinación de su hijo
pequeño, que era mayor de edad para hacer de su vida lo que quisiera.
· Al
día siguiente, antes de que el astro sol asomara su rostro por levante, se echó
al hombro su mochila y con gran decisión, se puso en camino, en sentido a
Haifa. Pasó su 1ª noche a la intemperie, para proseguir luego su caminata al
lugar ansiado. Al divisar la inmensidad del paisaje que se desplegaba ante sí,
se sintió con el corazón exultante, gozando por anticipado de las aventuras a
las que se iba a entregar. Al fin, soy libre, se decía, mil caminos se abren
ante mí. Con alegría frenética corría por el camino polvoriento en busca del
Dorado, hasta que el sol se puso y descendió el cielo oscuro sobre la tierra,
obligándole a buscar un discreto lugar, lejos, al abrigo de otros posibles
aventureros. La luna nueva parecía vagar en silencio entre las estrellas.
· Tras
reemprender, al día siguiente, su caminata, apuraba el paso con el deseo vivo
de gozar de las delicias de la vida nunca antes experimentada. Se informó de
todos los lugares de diversión que ofrecía la ciudad, y conoció a otros
aventureros, que iban en pos de los mismos placeres. Los días de desenfreno
transcurrieron rápidos En un principio se sintió afortunado por el paso dado,
creyendo que era plenamente feliz, pero pronto la insatisfacción hizo presa en
él. Tras dilapidar su herencia en comidas, fiestas y orgías, se sintió
miserable en tierra extraña. Ante la presión del hambre sintió que se le ponía
el corazón mustio. Viéndose solo, pobre y hambriento empezó a recapacitar y su
mente voló a la casa del padre, el hogar de la abundancia y decidió regresar a
casa.
· Agonizaba
el día y llegaba la hora del reposo vespertino. Hambriento como estaba, se
tumbó en el duro suelo, esperando que la inconsciencia amortiguara el duro
trago que estaba pasando. Cuando la luz del amanecer le alcanzó en sus tristes
ojos, se puso en camino, de regreso a su casa. Caminaba cabizbajo, después del
desengaño de su experiencia. En las dos largas jornadas estuvo esbozando el
discurso que le diría a su padre: “Padre, coge tu vara justiciera y dame el castigo
que me merezco”. Al acercarse al hogar, quiso lavarse, pero no pudo encontrar
una fuente. Finalmente, divisó en lontananza la mansión paterna y a Efraín que
le esperaba. Salió su padre corriendo a su encuentro, se echó a sus brazos. Y
le cubrió de besos. “Padre”, empezó el hijo, “coge tu vara justiciera y dame…”,
pero Efraín no le dejó terminar su discurso para ahorrarle esa humillación. No le
reprochó en lo más mínimo la calaverada que acababa de hacer. No le impuso
ningún requisito para recibirle en casa. No le exigió ningún arrepentimiento.
Solamente, el padre le ama, lo acoge y busca su felicidad. Le regala el confort
de la casa y celebra fiesta, ofreciéndole un espléndido banquete. El hijo debe
experimentar con el padre la fiesta auténtica de la vida, no la diversión
engañosa que ha vivido con las mujeres de alterne.
· Esta es la historia del viejo Efraín,
aquel padre, que tenía un corazón grande, que no le cabía en su cuerpo. Quien
la entiende, sabe cómo es Dios.
2- COMENTARIO.
A) LOS HIJOS PRÓDIGOS DE HOY. Estas personas hacen la experiencia
de que la vida es durísima, y tratan de suavizarla comiendo las algarrobas de
los cerdos, lo que de ningún modo puede satisfacer su corazón.
+ Los israelitas sufrieron lo indecible en Egipto sirviendo al
faraón, que les sometía a durísimos trabajos. Hace tiempo que los egipcios
dejaron de masacrar a los humanos. Pero hoy la CULTURA realiza la tarea
perversa de los antiguos tiranos: vacía el corazón de los humanos y les
convierte en personas sin ALMA.
+ ¿Qué
está ocurriendo cuando en nuestra sociedad, cuando el número de suicidios
supera al de los accidentes en carretera? Sencillamente, el vacío interior de
las personas resulta insoportable, hasta desear acabar con su vida.
B) AL HIJO PRÓDIGO LE SALVÓ EL AMOR MISERICORDIOSO DEL PADRE. Muchas personas humanas experimentan
que su fondo personal participa del ser divino de Dios y llegan a la convicción
de que cultivando la relación con el Padre Dios crece su felicidad y se sienten
más realizados. Los seres espirituales que somos los humanos necesitamos
llenarnos del DIOS AMOR. Imposible sustituirlo por los alimentos perecederos.
P. Pedro Olalde.