Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas
La Congregación tiene como sede la Iglesia de San Ignacio de Loyola, de Madrid, donde realiza sus actividades. Este blog es un canal de información dirigido a todos sus miembros y personas interesadas en conocerla más de cerca.
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Misa de despedida del Padre Pedro Olalde
El pasado domingo, 17 de noviembre, el Padre don Pedro Olalde Biain, celebró su última misa en la Iglesia de San Ignacio de Loyola como capellán de la Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas, labor que ha venido desempeñando con gran dedicación en Madrid durante los últimos años.
La misa fue celebrada junto con otros sacerdotes: don Alfonso Lozano (vicario episcopal de la III vicaría de la Archidiócesis de Madrid), don Pedro Pablo Colino (párroco de San Sebastián), el padre dominico don Xabier Gómez y el padre don Alejandro Piñón que es el nuevo capellán de la Real Congregación de Naturales y Originarios de las tres Provincias Vascongadas y rector de la Iglesia de San Ignacio de Loyola. Al Padre Piñón, sacerdote diocesano del Ferrol que viene a Madrid a ampliar sus estudios, le damos nuestra más entusiasta bienvenida expresándole nuestros mejores deseos en su tarea sacerdotal en la Real Congregación.
A continuación, reproducimos el emotivo sermón del Padre Pedro Olalde, dirigido a los numerosos congregantes y amigos que nos dimos cita en la Iglesia de San Ignacio de Loyola para acompañarle en esta sentida ocasión:
"ADIÓS, MUNDO CHAPUCERO.
Queridos Hermanos sacerdotes. Queridos amigos todos:
Después de vivir 24 años en Madrid, 16 años en Santa María la Mayor, me ha llegado el tiempo de deciros adiós.
Mis Hermanos de Comunidad me han recordado que, cumpliendo 90 años en 2020, no puedo seguir viviendo solo.
En este momento puedo decir que he vivido a gusto, en general. Por eso, después de tantos años de convivencia con vosotros y con otros hay, como es obvio, un cierto desgarro.
Recuerdo que mi padre, cuando yo tenía 10 años, varias veces me contó la despedida del gitano: pasó un cuarto de hora diciendo con fuerte voz: "Adiós, mundo chapucero, adiós chapucero mundo" (3 veces).
Pero, ¿es cierto que es chapucero este mundo?
Mi experiencia ha sido, por el contrario que, a pesar de las pequeñas dificultades, este mundo ha sido MARAVILLOSO.
Me eduqué con los Hermanos Maristas, en mi tierra natal de Oñati (Guipúzcoa).
Todos los días, el educador nos hablaba de Jesús, y como buen Marista, de MARÍA.
A los 11 años, una tarde, me dijo: "Tú, ¿quieres ser como yo?" Yo que sentía una gran admiración por este educador, sin titubear, le dije que sí. De este modo, a mis 12 años fui al Seminario Marista.
Allí, recuerdo, oía hablar del Espíritu. No entendía al principio, hasta que me di cuenta y supe lo que era eso.
Fui conociendo más y más a Jesús y nunca pensé en volver atrás.
Me dediqué a la enseñanza en Burgos, Logroño, Pamplona y Bilbao.
Cuando se celebró el Concilio Vaticano II, un grupo de jóvenes Maristas nos dimos cuenta de que a las Congregaciones Religiosas se les pedía que se pudieran al día.
Hacíamos retiros, reflexionábamos, orábamos con mucha ilusión.
Al final se nos dijo que lo que queríamos hacer no se podía dentro de la Congregación.
Seguimos en nuestro discernimiento hasta que decidimos crear nuestra propia Institución: "Sociedad de Vida Apostólica Fe y Justicia", a la que pertenezco.
Una vez fuera de los Maristas, los que sentíamos la llamada al sacerdocio, nos ordenamos.
En este momento me siento muy agradecido a Dios por su llamada.
Agradezco también, a cuantas personas me ayudaron a vivir la vida cristiana con profundidad.
Ahora, a mis años, esto es lo más grande que estoy viviendo, que no lo cambiaría por nada.
Pertenezco a la Comunidad de Fe y Justicia.
Fe: Vida cristiana, Relación cálida con Dios. La mejor formación posible. Hora y media de Oración personal. Retiros.
Justicia: A los empleados pagarles dignamente. Dedicación a los más pobres. Más de la mitad son misioneros en el Tercer Mundo: Filipinas, Perú, El Salvador.
Espiritualidad: Hora y media de Oración personal. En nuestras Comunidades se toma una hora por la mañana: Laudes y Oración personal.
Por la noche: 30 minutos y Completas.
Me siento agradecido a la Comunidad por haberme educado a dar importancia a lo esencial, a la ORACIÓN.
Formación.
Una carrera civil y estudios de teología, para poder dar razón de la esperanza cristiana.
Lecturas: Creo poder decir con verdad que he experimentado que la lectura de buenos libros me ha enriquecido muchísimo y me ha sido muy útil para no aburrir a los oyentes en las homilías.
Creo que haríamos bien todos si tuviéramos el hábito de leer. El que lee nada o poco se priva de uno de los mejores amigos.
Imagen de Dios
Uno de los mejores libros que he leído ha sido el de Karl Rahner "El Dios que desciende al encuentro del hombre". Con un lenguaje vital muestra el autor a un Dios Amor que nos diviniza.
Me gustaría recordar que el SOL es una estrella compuesta por dos gases: hidrógeno (72%) y helio (27%) y su esencia es arder (en la superficie tiene una temperatura de 6000 grados y en el núcleo, más de un millón de grados).
Así que la esencia del Sol es arder; el Sol no puede dejar de arder.
Y ¿cuál es la esencia de Dios? No es arder, sino AMAR. La esencia de Dios es AMAR. Dios no puede dejarnos de amar.
¡Qué maravilla el poder conocer lo que tenemos encima de nuestras cabezas! ¡El Cosmos!
Con millones y millones de galaxias, como la Vía Láctea, a la que pertenecemos.
Cada Galaxia, con millones y millones de estrellas. Un cielo en expansión.
El Creador ha escrito: DIOS EXISTE Y OS AMA, con el lenguaje de estrellas. Verdaderamente, el MUNDO no es UNA CHAPUZA.
Termino agradeciéndoos cordialmente todo el cariño que me habéis dado, que habéis sido todos."
Desde estas líneas, quisiéramos expresar al Padre Pedro Olalde nuestro más sincero agradecimiento por todos sus años de dedicación como capellán de la Real Congregación de San Ignacio de Loyola y rector de la iglesia de nuestra Congregación. Le expresamos, también, nuestros mejores deseos en su nueva etapa en la que se incorpora a la Comunidad de Fe y Justicia en Bilbao, la Casa Central de esta Comunidad, que acoge a los misioneros que pasan parte de sus vacaciones cuando vuelven de los lugares de misión en los países del Sur.
32º Domingo ordinario (10 de noviembre de 2019)
Lucas 20,27-38. Se acercaron entonces unos saduceos, que niegan la resurrección, y le
preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si el hermano de uno muere
dejando mujer sin hijos, su hermano debe casarse con la mujer para dar
descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó
y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con la viuda, y así hasta
los siete. Todos murieron sin tener hijos. Por fin, murió también la mujer.
Así, pues, en la resurrección, ¿de quién de ellos será mujer? Porque los siete
estuvieron casados con ella.
Jesús les dijo: En la vida presente existe el
matrimonio entre hombres y mujeres; pero los que logren alcanzar la vida
futura, cuando los muertos resuciten, no se casarán; y es que ya no pueden
morir, pues son como los ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado. Y
que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo da a entender en el episodio de
la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de
Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él.
Comentario. Los saduceos eran burgueses
colaboracionistas de los romanos. En materia religiosa eran conservadores.
Aceptaban la Torá (los 5 libros del Pentateuco) pero rechazaban los libros
proféticos y los libros más modernos del AT, como el de los Macabeos, donde se
afirma la resurrección.
Basándose en la mayoría de los autores del AT, por lo menos los
anteriores al siglo II a. C., negaban la resurrección. En esto se diferenciaban
de los fariseos, que creían en ella, conforme a los textos del AT (Dn 12,1-3;
2Mac 7,14).
Con su pregunta los saduceos quieren desprestigiar la
resurrección de los muertos. Para ello, citan la ley del levirato (Dt 25,5-10),
por la cual el hermano de un difunto se casaba con su viuda para impedir que
los bienes de la familia fuesen a parar fuera de ella y dar descendencia a su
hermano.
La respuesta de Jesús afirma que la resurrección no supone
una continuidad con respecto a esta vida, sino una nueva y distinta, una
existencia de plenitud.
Sugiere Jesús que la resurrección es don de Dios, que
posibilita a los muertos seguir viviendo en la resurrección. La cita de Jesús
para probarla es de Ex 3,6, que los saduceos admitían. En ella, Dios se
presenta como el Dios de los patriarcas, fallecidos hacía siglos. Los fariseos,
finalmente, se alegran de que Jesús contestara tan brillantemente a sus
enemigos saduceos.
Visión de la
resurrección desde la ciencia. Si la noticia de la resurrección de Jesús fue difícil de
creer para sus discípulos y para los primeros cristianos, tanto más parece
serlo para quienes vivimos en la era de la ciencia.
Si ya los primeros cristianos experimentaron la resurrección
como un suceso sorprendente, tanto más chocante resulta para sensibilidades
configuradas principalmente por los modernos métodos inductivos del
conocimiento.
En la actualidad, los naturalistas explican con frecuencia la
esperanza como un engañoso mecanismo de supervivencia, una adaptación
darwinista desconectada de la realidad. Pero los naturalistas científicos muy
rara vez piensan las consecuencias plenas de la tesis, que con tanta confianza
formulan, de que la muerte y la nada absolutas son el destino que espera a todo
lo real.
Muy pocos materialistas científicos pueden adoptar con plena
coherencia la sobria lógica del eminente físico Steven Weinberg, quien afirma
que, si no hay Dios ni vida más allá de la muerte, todo lo que podemos rescatar
de nuestra absurda situación es un sentimiento de dignidad personal por aceptar
este destino sin turbación.
Teilhard escribió que sólo la pasión por ser final y permanentemente más puede llevar a una vida
con sustantividad ética; y esta pasión se extingue si nos dejamos embargar por
el sentimiento de que, al final, nuestros esfuerzos no introducen ninguna
diferencia real en el mundo. El hombre, continúa
Teilhard, cuanto más humano es, no puede
entregarse sino a lo que ama; y en último término, sólo ama lo indestructible.
El científico Whitehead se pregunta qué significaría para el
universo como un todo si fuera incapaz de alcanzar alguna clase de
inmortalidad. Y piensa que la expectativa consecuente de una muerte absoluta
para el universo tornaría trivial y, a la larga, paralizaría la aspiración ética
del ser humano. Él cree que la filosofía más coherente es lo que deja sitio
para la realidad de algo duradero, de algo capaz de redimir a todos los
acontecimientos cósmicos, no solo a las vidas humanas individuales, de perecer
por completo.
Encontrar sentido en un
universo inacabado
Si el universo fuera concebido como esencialmente acabado,
¿qué objetivo tendrían nuestros esfuerzos? Para poder vivir vidas llenas de
pasión y vigor ético, las personas necesitamos esperanza. Lo cual significa que
necesitamos un universo que todavía tenga sitio para crecer. Es decir,
necesitamos un universo inacabado, y exactamente esto es lo que nos ha dado la
ciencia.
Por amor, Dios “renuncia” a abrumar cada instante presente
con su infinidad divina. Así y todo, la defensa teológica de la razonabilidad
de la esperanza en la inmortalidad debe basarse principalmente no tanto en la
antropología y la cosmología contemporánea cuanto en la confianza que Dios suscita.
Para la fe cristiana, la resurrección de Jesús es la revelación
de lo que la naturaleza anticipa, un cumplimiento en el que la vida al final
resultará ser más fundamental y, en último término, más inteligible que la
muerte. Esta es la razón, por la que nuestra confianza en la buena nueva de la
resurrección obtiene respaldo de la búsqueda de sus fundamentos cognitivos. Al
contrario de lo que creen los materialistas científicos, no será la muerte,
sino la vida, la que terminará revelándose como el más inteligible estado de
ser.
P. Pedro Olalde.
31º Domingo ordinario (3 de noviembre de 2019)
Lucas 19,1-10. Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Había en ella un hombre
llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que quería conocer a Jesús. Pero,
como era bajo de estatura, no podía verlo a causa del gentío. Así que echó a
correr hacia delante y se subió a una higuera para verlo, porque iba a pasar
por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos y dijo: Zaqueo,
baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó a toda prisa y
lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban y decían: Se ha alojado
en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie ante el Señor y le dijo:
Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le
devolveré cuatro veces más. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta
casa, pues también éste es hijo de Abrahán. Pues el Hijo del hombre ha venido a
buscar lo que estaba perdido.
Versión libre
Anochecía sobre el
cielo de Jerusalén. El alboroto de las horas centrales del día dejaba paso a un
silencioso atardecer, al tiempo en que el sol enviaba su último saludo. Pronto,
la oscuridad se adueñó de toda la ciudad, de modo que maestro y discípulos se
afanaron en encontrar un lugar en donde descansar al abrigo de la frescura de
la noche.
Siguiendo su costumbre,
Jesús, a la luz de la pálida luna, se distanció del grupo para orar a solas. A
su regreso, los encontró profundamente dormidos.
De mañanita, todavía
cuando un profundo silencio envolvía a la ciudad, se fueron despertando todos,
para acompañar a su maestro en su ida a Jericó.
Cuando el pájaro
matinal no había acabado todavía su concierto, se pusieron en marcha hacia su
destino, distante unos 30 kilómetros. Bajo el dosel dorado del cielo matinal,
aceleraban el paso en su descenso a Jericó.
Sabían que era una ruta
infestada de maleantes. Pero los rudos discípulos se sentían invencibles en el
campo de batalla. Al acercarse a las zonas más boscosas ahuyentaban el miedo
elevando la voz y profiriendo frases de desafío contra los ocultos enemigos.
Van transcurriendo las
horas sin que los peligrosos fantasmas hagan su aparición, cuando ya se
encuentran próximos al lugar deseado, Jericó, la ciudad de las rosas, la que
Josué conquistó con el clamor de las trompetas.
Ya para aquel otoño,
Jesús era muy conocido en todo el país, desde las tierras de la tribu de Dan
hasta el desierto de Idumea, desde el mar de los fenicios hasta las secas
montañas del Moab.
Al llegar a la ciudad,
los vecinos se alborotaron un tanto y se fueron acercando a conocer a Jesús.
¡Qué bueno que viniste, profeta nazareno!, le dijo uno. ¡Deseamos escuchar al
heraldo de Dios!, exclamó, a su vez, una mujer con un bebé en brazos.
Jesús les saludó muy
atento, y pronto el gentío se puso en movimiento hacia el centro de la ciudad.
Muchos desde sus casetas se asomaban al exterior, ante el enorme bullicio que,
por momentos, se iba agrandando.
Al atravesar la gran
Alameda con árboles a ambos lados de la calzada, los que encabezaban la
peregrinación fueron los primeros en divisar encaramado a un árbol a un hombre
bajo de estatura, que luego supieron que era Zaqueo. Rico y conocido en la
ciudad, como publicano prestaba dinero a un interés elevado, razón por la cual tenía
mala fama.
Este hombrecito había
oído hablar de Jesús y se despertaron en él vivos deseos de saber cómo era.
Cuando el grupo de los discípulos con su maestro estaban cerca de Zaqueo, Pedro
le hizo saber a Jesús que un hombre estaba subido a una higuera.
Pensó Jesús que este
hombre podía tener hambre del reino de Dios y se dispuso a emplearse a fondo
con él. Se detuvo ante el árbol, miró y sonrió al hombre, y sin más preámbulos
le dijo: Zaqueo, baja que hoy debo hospedarme en tu casa.
El interpelado
descendió aceleradamente y saludó a Jesús, no comprendiendo que hubiera
escogido el hogar de aquel hombre mal visto por todos.
Cuando la gente supo
que Jesús iba a hospedarse en casa de un publicano, empezaron a murmurar de él,
sin comprender aquel hospedaje en casa de alguien con muy mala reputación.
Poco después, los
discípulos y Jesús entraron en casa de Zaqueo. Éste preparó la mesa, puso el mantel
y les ofreció una copiosa cena. Pero el plato principal estuvo a cargo de
Jesús, el de la plena aceptación como amigo a un diferente.
A lo largo de la cena,
Zaqueo se sintió agradecido, porque todo un profeta de Israel quiso distinguirle
alojándose en su hogar.
El hombre de baja
estatura se mostró grande y generoso y abrió ampliamente su corazón a Jesús,
dándole a conocer todo lo que hacía, los desprecios que recibía de la gente…
Nunca antes estuvo Zaqueo tan cerca de un hombre de Dios. Por eso aprovechó su
presencia para prometerle un cambio total en su vida.
Y así, hacia el final
de aquel memorable encuentro, se puso en pie y queriendo dar una cierta
solemnidad al acto, dijo del fondo de su corazón: Profeta nazareno Jesús, me
siento muy agradecido por haber querido honrarme con tu presencia. Ante ti y
ante todos vosotros, prometo dar un cambio radical a mi vida. Quiero devolver
lo robado a quienes he prestado dinero a un elevado interés. Doy también mi
palabra de honor de entregar la mitad de mis bienes a los que carecen de lo más
necesario.
Jesús se sintió
emocionado al escuchar las palabras de conversión del publicano rico y
levantándose en el acto, se fundió con él en un gran abrazo.
P. Pedro Olalde.
Fiesta de Todos los Santos (1 de noviembre de 2019)
UNA ANCIANA ESTABA
PLANCHANDO un montón
de ropa cuando el ángel de la muerte se le acercó diciendo: “Ya es hora. ¡Ven!”
La mujer contestó: “Bien, pero primero tengo que terminar de planchar la ropa.
¿Quién lo haría si no yo? Y luego tengo que guisar, porque mi hija trabaja en
la tienda y necesita comer cuando llegue a casa”. El ángel se marchó.
Después de un tiempo volvió de nuevo. Se encontró con la
anciana cuando esta salía de casa. El ángel dijo: “Ven, que ya es hora”. Y la
mujer contestó: “Pero primero tengo que ir a la residencia de ancianos, donde
hay una docena de personas que me están esperando, olvidadas de sus familias.
¿Cómo podré abandonarlas?” El ángel partió.
Después de cierto tiempo, el ángel volvió nuevamente
diciendo: “Ya es hora. ¡Ven!” La anciana contestó: “Sí, ya sé. ¿Pero quién
llevará a mi nieto al jardín de la infancia si ya no estoy?” El ángel suspiró:
“Bien, esperaré a que tu nieto aprenda a andar solo”.
Unos años más tarde, hacia la noche, la anciana estaba
sentada, sintiéndose muy cansada y pensaba: “En realidad, ahora podría venir el
ángel, después de tanto trabajo, la SALVACIÓN ETERNA tiene que ser hermosa”. El
ángel apareció. La mujer preguntó: “¿Me llevas a la SALVACIÓN ETERNA?” El ángel
a su vez, preguntó: “Y ¿dónde crees que has estado todo este tiempo?”
“¿DÓNDE CREES QUE HAS
ESTADO todo este
tiempo?”, pregunta el ángel de la muerte a la mujer. La Vida Eterna, la
Salvación Eterna la tenemos que vivir aquí y ahora. El Cielo será la plenitud
de lo que empecemos a vivir aquí.
FIESTA DE TODOS LOS
SANTOS. La condición
más grata, más gloriosa, más sublime es que somos FAMILIARES DE DIOS, TODOS SANTOS,
porque el SEÑOR nos da su GRACIA y todos somos DIVINIZADOS, aunque, tal vez, le
prestemos poca atención a esta realidad.
SÍ; TODOS SOMOS SANTOS
“Y PECADORES”. El
Papa Francisco ha dicho varias veces que es un “PECADOR”. Naturalmente, el Papa
no quiere decir que roba o que mata o que hace otras barbaridades. Lo que hace
es manifestar su fina espiritualidad, dando a entender que de lo que es a lo
que tendría que ser hay aún un abismo.
SANTO NO ES EL
PERFECTO, sino el pecador que reconoce la necesidad que
tiene de un Dios que le ame sin merecerlo. Solo cuando uno se siente pecador
está cerca de Dios.
EN LA CELEBRACIÓN DE
ESTE DÍA no tenemos
que pensar en los “SANTOS CANONIZADOS” ni en los que desarrollan virtudes
heroicas, sino en todos los hombres que descubrieron y mostraron la marca de lo
divino en ellos, aunque no hayan pensado en la santidad.
EN TODOS LOS TIEMPOS
han existido y
siguen existiendo personas que descubrieron su auténtico ser, han sido capaces
de darse a los demás y de hacer así un mundo más humano. En este mundo hay
lugar también para el optimismo, porque la inmensa mayoría de la gente son
“buenas personas”, que intentan por todos los medios hacer felices a los demás.
HOY ES EL DÍA DEL
OPTIMISMO. La Vida y
el Bien triunfan sobre la muerte y el mal. Desde esta perspectiva, la vida
merece siempre la pena. Esta alegría de vivir tenemos que mantenerla a pesar de
tanto sufrimiento y dolor como encontramos en nuestro mundo.
LA SANTIDAD CONSISTE EN
LA POSIBILIDAD que
me da Dios de parecerme a Él, porque está en el hondo de mi ser como fuerza de
actuación.
P. Pedro Olalde.
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